El padre podía reconocer al hijo como legítimo, y lo
levantaba en brazos, o repudiarlo (el abandono era bastante frecuente), en cuyo
caso le esperaba la muerte, la adopción o la esclavitud. En los primeros años
era alumnus(del verbo alo, alimentar, nutrir, de donde es aquel al que se
nutre, se hace crecer alimentándolo). A
los nueve días de nacer, en el dies lustricus o de purificación, se le imponían
los tria nomina y se le colgaba alrededor del cuello la bulla, cajita o medalla
redonda en la que se llevaban amuletos de metal o plantas con efectos
apotropaicos, para protegerle de los
malos espíritus; a los siete años vestía la toga praetexta (adornada con una franja púrpura): toga
praetexta y bulla se abandonaban al llegar a la mayoría de edad y eran propias
solo de muchachos nacidos libres. Los juegos de infancia más corrientes eran
los carros de madera, las canicas, las peonzas (turbo), los aros (orbis), las
muñecas (pupae), el cara o cruz (capita aut navis), el juego de las nueces
(dejar de jugarlo era símbolo de haber dejado atrás la infancia), la pelota
(pila), la emulación de los oficios o actitudes de los adultos…
Bulla de oro. Museo Arqueológico de Nápoles
El objetivo de la educación era transmitir el ideal de virtus,
un concepto complejo en el que se hallaban involucradas varias acepciones: el
compromiso con la comunidad y sus valores (a través de los ejemplos de heroísmo
cívico, históricos o legendarios); el respeto a las tradiciones de los
antepasados (mores maiorum), cuyas efigies estaban expuestas en el atrio de la
casa; una dimensión religiosa, la preeminencia de los mandatos divinos sobre la
propia vida o la de la patria. La virtus
tiene connotaciones de humanidad, honor, excelencia moral, valor,
responsabilidad cívica, respeto en la esfera privada, social y divina; no en
vano procede etimológicamente de vir, hombre.
De pequeños podían tener un
maestro en casa (magister), que generalmente era un esclavo o liberto griego
o bien ir a una escuela llevados por un esclavo (pædagogus) que después
también les repasaba las lecciones en casa.
En la primera etapa educativa, el
niño aprendía con un maestro (magister ludi, litterator y calculator)
a leer, escribir y hacer cuentas. En las cuentas se empleaban piedrecillas
(calculi) y también un ábaco. La disciplina era severa, pero los niños jugaban
con letras de madera o marfil y con ellas aprendían a leer y a escribir. Por
eso a esta escuela le llaman «juego» (ludus) y el maestro era magister
ludi. La escuela se situaba en un pequeño cuarto (taberna, pergula),
en una cabaña o en el jardín (según el tiempo y las posibilidades). El maestro
tenía una silla (cathedra) o un taburete (sella). Los niños se
sentaban en escaños (subsellia).
Los instrumentos de trabajo eran
unas tablas enceradas (tabulæ, ceræ) en las que rascaban con punzones (stylus)
que por un lado eran puntiagudos y por otro acababan en una espátula con la que
se alisaba la cera y así quedaba lista para volver a escribir en ella. Las
tablillas normalmente se ataban formando una especie de libreta (ocodex). La
escritura de todo tipo de documentos se realizaba generalmente con tinta sobre papiro
mediante una caña acabada en punta (calamus).
Estiletes o estilos romanos
Fresco pompeyano. Joven con stylus y tablillas enceradas.
La segunda etapa podía ser
privada o pública. El profesor era el grammaticus que enseñaba a
entender y comentar los textos literarios. Comentando los textos clásicos, los
niños aprendían de todo: geografía, historia, física, astronomía, etc. Con el
tiempo, la grammatica empezaría a ser también estudio sobre la lengua
que hablaban. El grammaticus garantizaba una enseñanza bilingüe (Griego y
Latín) y era una especie de guardián del lenguaje. Sin tareas para casa, los
alumnos presentaban sus ejercicios y eran corregidos o felicitados in situ;
Horacio habla de su grammaticus, Orbilius, adjetivándolo como plagosus, es
decir, inclinado a la tunda, al que no le temblaba la mano a la hora de
flagelar con el látigo al estudiante díscolo. A los 16 años finalizaba su cometido:
los pudientes o prometedores se inscribían en las enseñanzas del rhetor.
La tercera etapa preparaba en la elocuencia al futuro
político o abogado romano. El profesor
era el rhetor (maestro de oratoria). Quintiliano, por ejemplo, escribió
muchas notas pedagógicas de cómo formar al orador. Pero no solo se centraba en
la forma más eficaz de hablar en público para persuadir al receptor; también se
estudiaban diversas materias como
literatura, geometría, música o mitología, lo cual les permitía hacer acopio de recursos para afrontar futuros
debates. Entre los ejercicios frecuentes estaba la realización de juicios ficticios en los que unos alumnos acusaban y
otros defendían (controversiae) o la exposición de las razones que habían
impulsado a un personaje histórico o legendario a tomar una decisión
(suasoriae).
Materiales de escritura
Papiro: soporte de
escritura elaborado a partir de una planta acuática, muy común en el río Nilo,
en Egipto, y en algunos lugares de la cuenca mediterránea. Para su utilización la
planta de papiro se mantenía en remojo entre una y dos semanas; después se
cortaba en finas tiras y se prensaban con un rodillo, para eliminar parte de la
savia y otras sustancias líquidas; luego se disponían las láminas horizontal y
verticalmente, y se volvía a prensar, para que la savia actuase como adhesivo;
se terminaba frotando suavemente con una concha o una pieza de marfil.
La unidad de medida del papiro
era la plagula (hoja). Se solían fabricar rollos de papiro de unas
veinte plagulas que se pegaban entre sí, con un tamaño medio total de cinco metros.
El volumen se guardaba en un estuche de
pergamino teñido a veces de rojo con el jugo del arándano (vaccinium).
Un trozo de pergamino (titulus, index) se unía al rollo y llevaba
escrito el título de la obra. El lector sujetaba
el volumen con su mano derecha, y lo iba desenvolviendo con la izquierda; esta
misma le servía para enrollar la parte del libro ya leído.
Para manejar mejor los rollos y
facilitar su almacenamiento y preservación se les pegaba al final de la última
hoja un cilindro de madera, hueso o marfil (gr. omphalos, lat. umbilicus)
y alrededor de él se envolvía la tira. Se unían no más de 20 hojas para formar
un rollo. La primera se llamaba en griego “Protókollos”. Generalmente se
escribían de un solo lado.Se estima que en la Biblioteca de
Alejandría había entre 400.000 a 700.000
rollos (debe considerarse que un solo canto de la Ilíada o la Odisea ocuparía
un rollo de papiro).
Los rollos de papiro se utilizaron de manera habitual hasta
comienzos del siglo II, cuando el códice de papiro empezó a reemplazarlos.
Más tarde, en el siglo IV, la popularidad del papiro empezó a disminuir y
fue reemplazado por un material de escribir mucho más duradero: la vitela. Los
griegos solían importar papiros de Biblos, una ciudad fenicia que dio nombre al
libro griego.
El papiro era ligero de peso y se
transportaba con facilidad pero tenía una desventaja importante como material
de escritura: no era muy duradero. Se deterioraba en un ambiente húmedo y
se volvía muy quebradizo cuando se almacenaba en un ambiente demasiado seco. Además,
era difícil localizar un pasaje concreto y debía sujetarse con las dos manos
para su lectura.
Pergamino es un material hecho a partir de
la piel de res o de otros animales, especialmente tratado para poder escribir
sobre él. Podía escribirse en ambas caras de la hoja y permitía las
correcciones del escriba (lo que dio origen al palimpsesto, manuscrito que
conserva restos de una escritura anterior, borrada expresamente para un nuevo
uso). El pergamino destinado a la confección de libros y documentos se
fabricaba con pieles de animales jóvenes (cordero, ternero o cabrito) porque
los individuos adultos proporcionaban una membrana recia y basta que dificultaba
el cosido de las piezas. De las tres partes que componen una piel, el pergamino
se fabrica solo con la dermis, debiendo eliminar la epidermis y la hipodermis
durante el proceso de manufactura. Para facilitar su separación, las pieles se
sumergen en una solución de cal que permitirá efectuar el pelado y el
descarnado. A continuación, se tensan en un caballete para su estiramiento y
acabado, mientras con la ayuda de piedra pómez se frota la superficie
resultante a fin de eliminar las últimas impurezas y pulir la superficie de
escritura. El pergamino de mayor calidad era la vitela, fabricada con pieles de
animales nonatos o recién nacidos que se reservaba para los códices más lujosos.
El códice es semejante al libro actual: hojas cosidas, plegadas y protegidas
por tapas duras.
Su nombre deriva de uno de sus principales centros de producción: el reino de Pérgamo, en la actual Turquía (que sobresalió como un gran centro artístico y literario; su biblioteca en tiempos del rey Átalo llegó a ser la más importante del mundo conocido después de la de Alejandría y el siguiente rey, Eumenes II Sóter, fue el que mandó construir el gran altar de Zeus, obra máxima del arte helénico).
Tablilla de cera, formato del que evolucionó el códice.
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