LA
HISTORIOGRAFÍA DE ÉPOCA CLÁSICA
HERÓDOTO
DE HALICARNASO (490?-420?)
Ha sido llamado, desde Cicerón,“el padre de la historia”, ya
que es el primero que hace de los acontecimientos del pasado objeto de su
investigación y verificación; pero no del pasado lejano y mítico, como los
historiadores precedentes (los logógrafos), sino del inmediato, intentando recoger
toda clase de datos. Evidentemente la exigencia de su investigación y crítica
no puede compararse con el moderno concepto de la historia; es la obra de un
pionero. Y además, debemos tener en cuenta que en Grecia, la historia es un
género literario más y, por tanto, no tiene el afán del rigor, la exactitud y
la veracidad.
Fue un viajero incansable por los territorios del
Mediterráneo oriental (especialmente provechosas fueron sus estancias en
Egipto, cultura a la que admiraba). También formó parte del extraordinario
ambiente intelectual de la Atenas del s. V, donde conoce a Pericles, Sófocles,
Protágoras...
Heródoto escribió una sola obra, las Historias. Aunque un gramático posterior dividió la obra de manera
arbitraria en nueve libros (dedicando cada uno de ellos a una da las nueve
musas), la obra no es un todo homogéneo, sino una especie de mosaico de
distintos elementos yuxtapuestos: descripciones geográficas, étnicas,
novelística procedente de la tradición oral, resultados de su investigación personal
sobre los acontecimientos, etc. El propósito de la obra, que él manifiesta al
comienzo, es contar las Guerras Médicas, que enfrentaron a los griegos
acaudillados por Atenas contra el gran imperio persa, vistas como el gran
conflicto entre Asia y Europa, entre Oriente y Occidente. Pero aunque el tema
central sean las Guerras Médicas, Heródoto añade a la narración muchas
digresiones que contienen información más o menos relacionada con ellas, tanto
mítica como geográfica, política y de folklore.
Heródoto supone un
primer paso hacia una historia científica, crítica. Presenta varias versiones
de los hechos, para que el lector pueda tener su criterio. Eso sí, no
profundiza en los hechos buscando las causas reales, sino que aplica al
acontecer histórico principios de su mentalidad sencilla y religiosa: en último
término es la voluntad divina la que decide (fatalismo) y es inútil luchar
contra el destino.
TUCÍDIDES
DE ATENAS (454?-400?)
Supone la culminación de la historiografía griega, y es el
historiador de la antigüedad que presenta más rasgos de lo que se entendemos
hoy por historia.
Su niñez y juventud coinciden con la época de mayor
esplendor de su ciudad natal. No es un hombre de partido, sino un ateniense de
tradición aristocrática que siente una gran admiración por el estadista
Pericles. En el año 424 fue nombrado estratego y por su fallo en la expedición
en ayuda de Anfipolis, desterrado de Atenas durante 20 años.
Su obra se nos ha transmitido con el título de Historia. Está dividida en ocho libros
y su finalidad es contar la Guerra del Peloponeso, que enfrentó durante casi
treinta años a las dos grandes potencias griegas, Atenas y Esparta. El primer
libro está dedicado a buscar la explicación a las razones de esta guerra. Para
ello hace una síntesis de la historia primitiva de Grecia hasta los
antecedentes inmediatos de la guerra. También hace una exposición de su metodología
histórica. En los libros sucesivos va describiendo las siguientes etapas de la guerra,
hasta el año 411 en que se interrumpe bruscamente, quizá porque al autor le sorprendió
la muerte antes de terminar la redacción final.
Tucídides cuenta con los logógrafos jonios y Heródoto como
precedentes en su quehacer histórico, pero las diferencias con ellos son muy
notables. En primer lugar, supuso algo totalmente nuevo escribir una obra de
historia contemporánea (la Guerra del Peloponeso se extiende del 431 al 404).
En segundo lugar, su intención no es la de eternizar glorias del pasado, sino
presentar los hechos de un presente por su valor ejemplar. En tercer lugar,
Tucídides es muy escrupuloso con sus fuentes de información: o bien relata
hechos que él mismo ha presenciado, o bien, para los demás, examina con mucho
cuidado las informaciones (muchas veces contradictorias) para presentar la que
se puede considerar más verosímil. A diferencia de Heródoto, Tucídides excluye
la intervención divina como agente esencial de los acontecimientos, sino la
lógica interna de los hechos y las acciones de los hombres.
Pretende hacer con su historia una verdadera
ciencia, una adquisición para siempre, creando un método científico de
investigación histórica que permita distinguir las causas aparentes de las
reales y profundas, las causas inmediatas y las profundas.
Su estilo es conciso y directo, de gran densidad de ideas,
lo que dificulta su comprensión y su traducción. Las digresiones son escasas.
Es el creador de la prosa ática, el que la elevó a la categoría literaria. En
sus Historias abundan los discursos en boca de los personajes que intervienen.
Son reconstrucciones hechas por él, buscando lo más verosímil de acuerdo con la
naturaleza del personaje y de la situación, tal y como él mismo nos dice.
Cumplen una doble función: tratan de expresar la verdad política, es decir, las
razones que mueven a los personajes, y a la vez, sirven para la dramatización
de su relato, bajo la influencia de la tragedia.
En resumen, si Heródoto es el padre de la historia como
género literario, Tucídides es el primero que introduce en la historia la
crítica racional y, en este sentido, es un brillante precursor del género
moderno de la historia.
JENOFONTE
DE ATENAS (430-354)
De entre los historiadores griegos inmediatamente
posteriores a Tucídides, la figura más destacada es Jenofonte. Fue un escritor
muy polifacético, pues además de obras históricas produjo textos filosóficos y
didácticos. Como historiador es una figura menor comparado con Heródoto o
Tucídides.
Aunque se declara continuador de Tucídides, su obra es
superficial y poco imparcial. No parece haberse preocupado tampoco del análisis
de las fuentes utilizadas. Vuelve a introducir en la explicación de los sucesos
históricos la intervención de fuerzas divinas. En conjunto, puede decirse que
su obra es de poca profundidad de pensamiento, aunque es un buen narrador. Sus descripciones
de escenas aisladas y los retratos de personajes importantes alcanzan a veces auténtica
maestría. Asimismo, demuestra en su obra histórica su conocimiento directo de
las cuestiones militares, como viejo soldado que participó en múltiples
expediciones.
Podemos ordenar la obra de Jenofonte en tres apartados:
históricas, socráticas y didácticas.
Obras históricas: las Helénicas,
la Anábasis y el Agesilao.
Obras socráticas: Memorables,
el Banquete y la Apología de Sócrates.
Obras didácticas: la Ciropedia,
Hierón, el República de los lacedemonios (donde se muestra filoespartano), Cinegético (sobre la caza)…
Las Helénicas
narra en siete libros la historia griega desde el 411 hasta el 362 a.C. En ella pretende
continuar la obra de Tucídides, pero el resultado es muy desigual y da la
sensación de una obra hecha por etapas, quedando muy lejos de la obra de
Tucídides, pues Jenofonte expone una serie de causas quedándose en la
superficie de las cosas, mientras que Tucídides ahonda en sus orígenes.
La Anábasis es un
admirable relato sobre sus aventuras como participante en la expedición de mercenarios
griegos para ayudar a Ciro el Joven, cuando aspiraba al trono que ocupaba su hermano
Artajerjes II. Abundan los pormenores geográficos y etnográficos, así como el detalle
de las cuestiones militares, todo ello escrito con gran naturalidad a través de
sus propias experiencias.
La Ciropedia es
difícil de clasificar y no puede considerarse simplemente una obra histórica. Es
más bien una novela de tendencia político-pedagógica, basada en hechos y
personajes históricos. Narra la educación, juventud, subida al trono y reinado
de Ciro el Viejo. En ella abundan los discursos y los episodios moralizadores,
así como los relatos novelescos.
En realidad Jenofonte es mucho mejor reportero de guerra.
Sus escritos son un reportaje de sus propias experiencias en el ejército,
perfectamente contados. Su escritura es fresca, precisa, rápida, no ajena a la
ironía en ocasiones, tan solo alterada por la longitud de algunos discursos,
que aparecen cargados de tópicos retóricos y distan mucho de la hondura psicológica
de los de Tucídides. A veces prefiere remodelar la historia, silenciando
algunos hechos y embelleciendo sus testimonios con figuras retóricas.
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