viernes, 1 de mayo de 2020

Ejercicios de cuarentena III




4º ESO

Lectura de las páginas 236-237: Religión romana
Ejercicios 1, 2, 3, 4, 5 de la página 238

Lectura de las páginas 208-209: Romanización
Ejercicios 1, 2 ,3 de la página  210

Lectura de la teoría gramatical sobre el pretérito imperfecto de la página 61.
Ejercicio 21 (a, b, c, e , f) y ejercicio 23 (e ,f, g ,h , i) de la página 62

Lectura de las páginas: 24, 107, 132, 158, 188, 214, 242 y, a continuación, realización de las actividades de Educaplay: 
Anfiteatros y Arcos de triunfo
Templos, mausoleos, villas
Termas, circos


LATÍN 1º Bachillerato Vespertino/Nocturno

Lectura de la entrada del blog dedicada a los emperadores Antoninos y realización de las actividades de Educaplay con ese nombre I y II.

Ejercicios gramaticales de repaso (ninguna novedad, solo afianzar los conocimientos adquiridos): se incluyen todas las declinaciones, el sistema pronominal, las oraciones de relativo, los comparativos y superlativos, las concordancias de sintagmas. El título en la entrada del blog: Recapitulación 3º Evaluación (Latín 1º)

Breve comentario/resumen (10 líneas cada uno) de dos artículos en el blog, con estos títulos:
Las reformas de Mario
Los galos, un hueso duro de roer

Entrega de los trabajos que se hubieran expuesto en clase en esta tercera evaluación.



1º Bachillerato Griego Diurno

Varios apartados gramaticales nuevos: la voz media, la voz pasiva, los verbos contractos. Lectura detenida y comprensiva de las entradas con esos títulos. Realización de los ejercicios correspondientes, sencillos, al final de cada una de ellas.

Lectura de la entrada del blog titulada Alejandro Magno: realización de las dos Actividades de Educaplay con ese nombre  I, II

Resumen (10 líneas) de la entrada titulada Historiografía griega

Entrega del Trabajo sobre Ilíada/Odisea



2º Bachillerato Latín



Texto titulado: Eutropio, Libro  III (1ª entrega)
Su traducción está en Leer más>>
Basándose en esa traducción realiza el análisis morfológico de las palabras en negrita y el análisis sintáctico de los fragmentos subrayados

Textos titulados Numancia I, II: están también traducidos y llevan varias notas aclaratorias: has de hacer el análisis completo
Escribe, además, una palabra española relacionada etimológicamente por derivación o composición (excluidos los étimos directos) con las que están en negrita
Indica y describe dos cambios fonéticos experimentados por las palabras subrayadas en su evolución al castellano. Señala el resultado final de dicha evolución.


Texto titulado Esclavos arrojados a las murenas
Traducción
Función sintáctica de quas, puer, esca, vasa crystallina, sua manu
Análisis morfológico de iussit, periret, se, rogans, patrocinium,
Análisis sintáctico de los fragmentos subrayados
Evolución fonética y palabras derivadas de las que están en negrita


Resumen del último tema de Literatura latina (con ese nombre en Etiquetas, al derecha en orden alfabético): Poesía lírica y elegíaca



Los galos, un hueso duro de roer


Los galos, un hueso duro de roer para Julio César


Procedentes del este europeo, los celtas que se asentaron en lo que hoy es Francia llegaron a representar una seria amenaza para la integridad romana

Vercingetórix: el enemigo de César

Los galos, un hueso duro de roer para Julio César

Vercingetórix arroja sus armas a los pies de César. Lionel Noel Toyer


Julio César estaba rutilante. Sobre una cuadriga dorada repartía amplias sonrisas a la enfervorecida multitud que lo aclamaba, y que desde lo más temprano de la mañana llenaba las calles de Roma por las que transcurriría su desfile triunfal. Poco le importaba que tras él, como mandaba la tradición, un esclavo fuera repitiendo que solo era un hombre, un simple mortal, y que no debía ensoberbecerse con la victoria.
Ante sus ojos, en una plataforma tirada por sus fieles legionarios, se hallaban encadenados sus otrora enemigos, el jefe arverno Vercingétorix y sus capitostes, quienes, al llegar a la Vía Sacra del Foro, serían apartados del cortejo para ser ritualmente sacrificados.

Los galos perdían su independencia para incorporarse a la ya larga lista de pueblos que vivían bajo el yugo romano

La campaña de las Galias había sido dura y peligrosa, pero con su triunfo César había conseguido el necesario trampolín con que hacerse dueño de Roma, que era tanto como decir del mundo. Había valido la pena.

Los pensamientos del circunspecto Vercingétorix iban por otros derroteros. Parecía no afectarle que su final se hallara tan cerca. Era un guerrero y estaba habituado a lidiar con la muerte. Lo que le entristecía era que, con su derrota, los galos perdían su tan amada independencia para incorporarse a la ya larga lista de pueblos que vivían bajo el yugo romano.
Esta es la historia de los galos, que a punto habían estado de truncar la vida y la carrera del más famoso político y militar romano.
Celtas, gálatas y galos
El origen lejano de los celtas ha de buscarse en dos culturas de la Edad del Bronce cuyos vestigios aparecen diseminados por gran parte de Europa: la de los Túmulos y la de los Campos de urnas, entendidas ambas como protoceltas. Lo impreciso del término ha llevado a considerar a su heredera de la Edad del Hierro, la Cultura de Hallstatt, como la primera propiamente celta, en cuyo seno se desarrollaron a partir del siglo IX a. C. los rasgos materiales y culturales que definirían a esta civilización.

 'Galos en Roma', ilustración del francés Alphonse de Neuville (1836-1885)


Galos en Roma, Alphonse de Neuville

Pero su momento álgido llegaría en el siglo V a. C. con su sucesora, la Cultura de La Tène, con la que el celtismo asistió a su período de mayor fecundidad. Se expandió por casi toda Europa, aunque su incapacidad para constituir un frente unido ante sus nuevos y agresivos vecinos, fueran germanos o romanos, condicionaría su propia independencia.
Hasta aquí se ha hablado solo de celtas, porque así es como aparecen en las fuentes griegas (keltoi, keltai). Sin embargo, los romanos, aun aceptando este nombre, utilizaron también el de galos, emparentado con el de gálatas, que se refería a los grupos celtas que se instalaron en Anatolia durante el siglo III a. C.
Con el tiempo, el uso del término galos se extendió, y acabó designando una realidad mucho más concreta. La referida a los pueblos celtas que, según la geografía romana, habitaban en las dos Galias: la Cisalpina y la Transalpina.
El avance galo
Entre finales del siglo V y principios del IV a. C., al mismo tiempo que se expandían por la Galia Transalpina, pueblos de origen celta como los insubres, los boios y los senones cruzaron los Alpes y se asentaron en la llanura del Po, presionando a las ciudades etruscas. Una de estas, Clusium, pidió ayuda a su otrora enemiga Roma , que envió una embajada para parlamentar con los senones.

Los galos utilizaron pesos trucados en la balanza para medir el oro tras el que levantar el asedio a Roma

Una serie de malentendidos hizo que los senones avanzaran a lo largo de los Apeninos hasta encontrarse frente a las legiones romanas en el río Allia, cerca de Fidenae. Ante el feroz empuje de los galos, los romanos rompieron filas y huyeron en desbandada. En una de las páginas más deshonrosas de su historia, dejaron expedito el camino hacia la propia Roma, ocasión que los senones no desaprovecharon.
Los habitantes de la ciudad se atrincheraron en la fortaleza del Campidoglio. Pero la situación se eternizó, incluso para los senones. Cuando ya no quedaba nada por expoliar, su jefe, Brenno, exigió una importante cantidad de oro para levantar el asedio, a lo que accedieron los exhaustos romanos.
Cuenta la tradición que los galos utilizaron pesos trucados en la medida, y que, ante la queja de los representantes romanos, Brenno lanzó su espada sobre el platillo desequilibrando la balanza a su favor, al tiempo que exclamaba una frase que ha hecho historia: “Vae Victis!” (“¡Ay de los vencidos!”).
La retirada de los senones no comportó el fin de la presión gala. Los siguientes decenios vieron nuevas incursiones de distintas tribus de ambos lados de los Alpes, dispuestas a aliarse con los enemigos de Roma, ya fueran estos samnitas o etruscos, y que en más de una ocasión hicieron estragos entre las legiones.

El Senado, consciente del peligro que aquellos celtas representaban, inició un lento pero firme proceso de conquista y consolidación de la zona norte de Italia. Los triunfos de Telamón o Clastidium y las fundaciones de Placentia o Bononia fueron sus más importantes hitos.

Busto de mármol de Julio César que hoy se exhibe en Turín.


Busto de Julio César en Turín

Las victoriosas campañas del cartaginés Aníbal durante la segunda guerra púnica, en cuyas huestes figuraron numerosos galos, no significaron sino un momentáneo intermedio en un proceso con previsible final, que llegó a principios del siglo II a. C., cuando las últimas tribus independientes cruzaron los Alpes en dirección al norte.
Pero Roma no abandonó su interés por esos pueblos. Al contrario, puesto que ahora la Galia, con mayúscula, se había convertido en apetecible presa de su afán expansionista.
Su primer paso consistió en la conquista de la franja territorial que unía a Italia con Hispania, con el fin de establecer un puente terrestre entre ambas, y culminó con la creación de una nueva provincia, la Galia Narbonense. Habría que esperar más de medio siglo para que, no Roma, sino uno de sus ambiciosos políticos, conquistara la totalidad del territorio galo. Se trataba de Julio César.
Un nuevo árbitro
Tras finalizar su período consular, César fue nombrado procónsul con la misión de gobernar la Galia Cisalpina y el Ilírico, a la que se uniría después la Galia Transalpina. Ello le ofrecía una doble ventaja: alejarse de sus enemigos en Roma y obtener un instrumento con que lograr gloria militar y poder económico, dos bazas fundamentales para proseguir su carrera política.

La rebelión se había extendido por toda la Galia, dirigida por el caudillo arverno Vercingetórix

Pero la situación de la Galia era cualquier cosa menos tranquila. Eduos, arvernos y secuanos pugnaban por su control, y mientras los primeros contaban con el apoyo de Roma, los últimos buscaron ayuda más allá del Rin. La encontraron en los suevos, con cuya colaboración vencieron a los eduos y rompieron un aparente equilibrio. La llegada de los helvecios desde la actual Suiza, presionados por los germanos, acabó de complicar las cosas.
César se decidió a actuar. Tras vencer a los helvecios en Bibracte, derrotó a los germanos en Vesontio, lo que le convirtió en árbitro de la política gala. Dividiendo a los pueblos galos y derrotándolos individualmente, Julio César fue haciéndose con el control del país, aplastando sin piedad la resistencia de belgas, vénetos y aquitanos y aventurándose hacia nuevos espacios geográficos, como testifican las dos expediciones a Britania o el repetido cruce del Rin.
Aun así, el control de la Galia no era completo, y la arrogante política romana no hacía sino aumentar el número de potenciales enemigos. Ocurrió con los eburones, que vencieron a los legados de César. Fueron derrotados pronto, pero mostraron a las demás tribus que las legiones no eran invencibles.
Llegado un punto, la rebelión se había extendido por toda la Galia, dirigida por el caudillo arverno Vercingétorix. Este, consciente de lo alejados que los romanos estaban de sus bases y de sus dificultades de abastecimiento, practicó una táctica de tierra quemada que estuvo a punto de darle la victoria, pero a costa de destruir sus propios pueblos y cosechas.

Como era habitual, la respuesta de César fue contundente. Tras tomar Avaricum, puso sitio a Gergovia, capital de los arvernos.

 Estatua ecuestre de Vercingétorix en la ciudad francesa de Clermont-Ferrand.


Estatua ecuestre de Vercingétorix en la ciudad francesa de Clermont-Ferrand


Sin embargo, no logró tomarla, lo que animó a las tribus galas indecisas, entre las que se hallaban los eduos, a sumarse a la sublevación. Reunidos en Bibracte, los jefes galos reafirmaron a Vercingétorix, aunque, en contra de su opinión, le empujaron a presentar batalla en campo abierto. El enfrentamiento tuvo lugar cerca de Alesia, donde la caballería germana aliada de César destrozó a los galos.
Los supervivientes, entre los que se hallaba su jefe, se refugiaron en la propia ciudad, que pronto fue sitiada por los romanos con una doble muralla: una interior de 15 km, que la circunvalaba, y otra exterior de 20, que le impedía recibir refuerzos. De poco sirvieron los intentos tanto interiores como exteriores de romper el cerco. Una y otra vez, el ímpetu de los galos se estrelló contra la mejor organización romana.
Finalmente, viendo la suerte echada y queriendo evitar el exterminio de su gente, Vercingétorix, vestido con sus mejores galas, se rindió a Julio César en un triste día de otoño de 52 a. C. Y aunque ello no comportó el fin de las revueltas galas, sí significó que las posibilidades de victoria se habían agotado. 

Las reformas de Mario


Las reformas de Mario: los 7 secretos que forjaron a las invencibles legiones romanas
A partir del 107 A.C., el cónsul Cayo Mario implantó una serie de modificaciones en los ejércitos de Roma que, a la larga, sentaron la base de las legiones que dominaron Europa durante la época imperial
Diario ABC 02/04/2020



Hay nombres que es imposible no asociar al éxito de las mitificadas legiones. Cayo Julio César o Augusto son solo algunos de los que, al frente de la mejor maquinaria militar de la antigüedad, fueron elevados hasta el Olimpo de los generales de la Ciudad Eterna. Por desgracia, no ha ocurrido lo mismo con Cayo Mario (157 – 86 A.C.). Más recordado por su actividad política (fue cónsul hasta en siete ocasiones) que por sus éxitos militares, este curioso personaje fue el verdadero arquitecto de los ejércitos que, siglos después, dominarían una buena parte de Europa. Y todo, gracias a una serie de reformas instauradas a partir del 107 A.C. (en plena era republicana) tales como reformular la estructura de los contingentes o reclutar a las clases más bajas de la sociedad.

1-Popularizar el ejército

La primera de las grandes reformas de Cayo Mario consistió en popularizar el acceso al ejército. Entre los años 107 y 104 A. C., el militar reclutó nuevos soldados entre los «capite censi», la clase social más baja de Roma. Aquello supuso una revolución ya que, hasta entonces (y como explica el historiador Carlos Díaz Sánchez en su obra «Personajes ilustres de la historia»), el Estado siempre había llamado a filas a los ciudadanos con cierto nivel adquisitivo. La lógica era simple. Por un lado, consideraban que los más adinerados tenían más que perder y combatirían con más efusividad en el campo de batalla. Por otro, podían costearse un armamento mejor gracias.
Con todo, tan verdad como que Mario se valió de los «capite censi» (de forma literal, «censo por cabezas» -y no por propiedades-) también es que existe un vivo debate entre los historiadores sobre esta reforma. La primera controversia es si, antes de esta medida, Roma había recurrido a reclutar soldados entre las clases bajas. El historiador del siglo I Plutarco es partidario de que los generales jamás habían «aceptado a ese tipo de gente». Sin embargo, Tito Livio si hizo referencia en sus escritos a que, en el pasado, ya se había apostado por llamar a filas a voluntarios «no adsidui» («no contribuyentes») o esclavos. En la actualidad, la mayor parte de los expertos apuntan a lo segundo.
Por otro lado, y según señala el historiador Arthur Keauveney en «The Army in the Roman Revolution», parece ser que Mario se valió de esta revolución solo de forma esporádica para obtener más hombres en momentos de escasez (por ejemplo, la guerra contra el númida Yugurta). Más allá de que, en principio, solo se aplicase la medida de forma ocasional, la realidad es que la idea no tardó en generalizarse debido a que solventó varios de los problemas que desangraban a la antigua Roma: la falta de combatientes durante los años en los que había más guerras; el declive en la economía que se generaba cuando aquellos que contaban con tierras para cultivar se marchaban al frente y el descontento general entre las clases medias.

Cayo Mario

Cayo Mario

2-El soldado profesional

Esta primera reforma obligó a Cayo Mario a fomentar otros tantos cambios para convencer a los proletarios de que se alistaran en las legiones. Aunque la promesa de recibir un salario digno y alimentos a cambio de su trabajo ya era, para muchos, suficiente recompensa, les ofreció también mejorar su estatus en el ejército a través de un servicio de 25 años (tiempo que, a la postre, se fue reduciendo), recibir tierras y una pensión al jubilarse y, por último, obtener una infinidad de riquezas gracias a los botines que robaran en el campo de batalla.
Sin saberlo, había creado el ejército profesional; una fuerza que ansiaba dedicar su vida a batallar y cuya experiencia en el uso de las armas se acrecentaba mes a mes y combate a combate.

3-Estandarización del armamento

El problema de llamar a filas a las clases más bajas es que una buena parte de los nuevos reclutas no podían sufragarse su armamento. Como solución, Mario se valió de la «lex militaris» establecida por Cayo Graco dos décadas antes. Una serie de normas que, entre otras tantas cosas, establecían que los soldados debían ser equipados a expensas del Estado. Aunque es cierto que dichas directrices estaban ya aprobadas (y no era la primera vez que se utilizaban) también lo es que nuestro protagonista fue uno de los primeros en impulsarlas y convertirlas en generales.
El resultado no pudo ser mejor, tal y como explica Díaz Sánchez en su obra «Grandes generales de la Antigüedad»: «Así, el nuevo cónsul estandarizó el casco de bronce de Montefortino o el de tipo Coolus, la lorica hamata, el escudo ovalado y, como armamento ofensivo, dos lanzas, una espada y una daga. Mario había conseguido crear un nuevo ejército sufragado por el Estado, que se comprometía a estar con él en campaña».

4-Veteranos y auxiliares

Se suele olvidar que Cayo Mario recurrió también a otro tipo de luchadores cuando había escasez de ciudadanos que reclutar. Estos fueron los «evocati», veteranos ya retirados de otras tantas guerras que, como especifica Stephen Dando-Collins en su magna «Legiones de Roma», empezaron con este general la curiosa tradición de poner al servicio de Roma su experiencia en combate.
El historiador Carlos Díaz Sánchez, por su parte, desvela en «Grandes generales de la antigüedad» que el revolucionario militar recurrió por primera vez a ellos cuando el Senado le entregó una sola legión para enfrentarse a sus enemigos en África.
Mario también estructuró y se valió de los «auxilia», población no itálica que combatía a la manera de cada pueblo. «Estos “auxilia” se distribuían entre la infantería o la caballería romana según la especialización», añade Díaz Sánchez en su obra. Para atraerles hasta el ejército, el general les prometió que, al licenciarse, obtendrían la ciudadanía.

Mario, en las ruinas de Cartago

Mario, en las ruinas de Cartago

5-Nace el águila

Según Plinio el Viejo, Mario quiso fomentar el espíritu de unidad de las legiones romanas a través de un solo símbolo. En los ejércitos previos a la llegada del cónsul había cinco animales en los estandartes: el águila, el jabalí, el minotauro, el caballo y el lobo. Al parecer (y aunque los expertos no se ponen de acuerdo en la causa) para diferenciar a los tipos de combatientes según su capacidad adquisitiva. Nuestro protagonista implantó la mítica «Aquila» como imagen común para todos ellos, lo que favoreció los sentimientos de equipo y camaradería entre los soldados.

6-Novedosa estructura

Una de las reformas más complejas implantadas (no creada, pues ya se había utilizado previamente) por Mario fue la reformulación de la estructura clásica de las legiones. Hasta entonces, los ejércitos contaban con «manípulos»: unidades divididas en dos «centurias» de 80 combatientes cada una. La forma de combatir de estos grupos consistía en lanzarse en tromba contra el enemigo hasta obtener la victoria gracias a la superioridad numérica.
El cónsul entendió que este sistema costaba una gran cantidad de vidas a la Ciudad Eterna y que los «manípulos» eran demasiado pequeños para hacer frente al ingente número de bárbaros contra los que combatían en diferentes partes de Europa. Así pues, ideó una nueva estructura con varias ventajas.
En primer lugar, estableció que la unidad básica de los ejércitos fuera el «contubernium», formado por nueve soldados (dos de ellos auxiliares) liderado por un «decanus». Este oficial era elegido entre sus compañeros, lo que acabó con los tradicionales ascensos a dedo tan habituales durante décadas. Diez «contubernium» daban lugar a una «centuria» (dirigida por un «centurión»); seis «centurias» eran una «cohorte» y diez de estas resultaban en la mítica «legión».
Aunque a primera vista parezca engorroso, lo cierto es que la novedad fue muy efectiva. La «cohorte», la unidad más habitual a partir de entonces en los campos de batalla, tenía la capacidad de enfrentarse a enemigos que intentaran flanquearla o rodearla gracias a su elevado número de legionarios. Por si fuera poco, a partir de la llegada de Mario se fomentó el combate en tres líneas y el relevo entre ellas para evitar el agotamiento.


7-Las mulas de Mario

La última de estas curiosas reformas fue logística. El cónsul redujo las gigantescas caravanas de animales que portaban las vituallas y el equipamiento de los hombres y obligó a sus legionarios a llevar su equipo durante largas marchas. Esta sencilla modificación mejoró la forma física de los combatientes y evitó que los ejércitos perdieran sus alimentos y armas cuando el enemigo lograba hacerse con los convoyes de carga.
Así lo atestiguó el propio Plutarco en sus textos:
«En la marcha hacía de camino trabajar a la tropa, ejercitándola en toda especie de correrías y en jornadas largas, y precisando a los soldados a llevar y preparar por sí mismos lo que diariamente había de servirles: de donde dicen proviene el que desde entonces a los aficionados al trabajo, y a los que con presteza ejecutan lo que se les manda, se les llame mulos marianos, aunque otros dan a esta expresión diferente origen. Porque queriendo Escipión, cuando sitiaba a Numancia, pasar revista, no sólo de armas y caballos, sino también de acémilas y carros, para ver en qué estado tenía cada uno estas cosas, se dice que Mario presentó un caballo perfectamente cuidado y mantenido por él mismo, y además un mulo, sobresaliendo entre todos en gordura, en mansedumbre y en fuerza; por lo que no solamente se mostró contento Escipión con esta especie de cuidado de Mario, sino que hacía frecuentemente mención de ella, y de aquí nació el que los que querían por vejamen alabar a alguno de puntual, de sufrido y de trabajador, le llamaban mulo de Mario».

Entre la política y el mando militar

Poco se sabe del origen de Cayo Mario, el militar que -además de destacar en el campo de batalla como un general correcto- se convirtió en el gran reformador de las legiones romanas. Pero vayamos por partes. Ni su madre ni su padre eran personajes influyentes entre los magistrados; todo lo contrario, más bien eran unos completos desconocidos. Es decir, que tuvo que ganarse, desde que fue alumbrado en el año 157 a. C., su hueco en la élite de la Ciudad Eterna. Cejado en ser alguien, superó el no contar con un esclavo griego que le educara desde su infancia (sus progenitores no podían pagarlo) y se esforzó por despuntar entre sus coetáneos.
Lo logró y el preceptor de su familia, Cecilio Metelo, le premió introduciéndole en el mundo militar, donde sus hazañas podrían proporcionarle votos, dinero y fama. No hay que negar que tuvo suerte, pues fue enviado a Hispania a las órdenes del gran Escipión Emiliano, el general que logró romper el candado de la ciudad de Numancia. En la Península, y con apenas 23 primaveras a sus espaldas, Mario bebió de la sabiduría militar del hombre que había destruido Cartago y fue testigo de los enfrentamientos entre dos de los contingentes más temibles de la época. A su vez, aprendió que la disciplina y el entrenamiento eran vitales para que las tropas estuvieran en una forma metal y física óptima.
Tras conseguir una épica victoria militar en el río Mutul, y ya popular entre la población, Mario dio el salto a la política y logró convertirse en cónsul en el 106 a. C. Con todo, las envidias de su antiguo (e influyente) valedor, Metelo, provocaron que el Senado solo le ofreciera la provincia de África y apenas una legión para defenderla. Necesitado de hombres capaces de combatir al general local Yugurta, nuestro todavía joven oficial revolucionó el sistema de reclutamiento en su favor e introdujo varias modificaciones que, a la larga, sentarían las bases de las míticas legiones romanas que lideraron personajes como el gran Julio César.


Recapitulación 3ª Evaluación (Latín 1º)


Analiza y traduce

Litterarum  studia  in  adversis  rebus  perfugium  ac  solacium  praebent

Fatum  est  immutabilis  ordo  seriesque  rerum

Lupus  et  agnus  ad  eundem  rivum  pervenerant

Omnes  vici  atque  omnia  aedificia  incendebantur, pecora interficiebantur   (ATT)

Scriptoris  pulchrum  librum  quem  nobis  promisisti   exspectabamus

Pulchrum  est  Minervae  templum  quod  clarus  artifex  aedificaverat

Nullum  vitium  taetrius  avaritia  est

Aetna  Siciliae  celsissimus  mons  est

Nullum  illae  insulae  oppidum  muris  muniebatur  (ATT)

Galli  Caesarem  et  eius  equitatum  timebant  (ATT)






Concordancia de sintagmas (todos están en nominativo sg. o pl.)

Cambia el número/escribe el genitivo plural y el ablativo singular

acris  hiems

aequi  pedes

longa  spes

iracundum  fulmen

viride  nemus


Los emperadores Antoninos


LOS EMPERADORES ANTONINOS

Después de la dinastía Flavia, se inició una nueva era con la llegada de los emperadores Antoninos. Los cuatro primeros no tuvieron sucesión masculina y se tuvo que buscar a un sucesor, por el procedimiento de la adopción, asegurándose de que sería un emperador competente.
NERVA (96-98 d. de C.)
Es el primero de los llamados “cinco emperadores buenos”. Inauguró la dinastía Antonina tras ser designado por el Senado. Se caracterizó por ayudar a las capas menos favorecidas de la población; dividió las grandes explotaciones agrícolas en pequeñas parcelas que distribuyó entre los más pobres. Creó un fondo para pagar los funerales de los más necesitados, y una institución alimentaria para que los hijos de los indigentes fueran alimentados a cargo del Estado.
Devolvió al Senado el papel que había tenido antes de Domiciano. Consciente de que era demasiado viejo para gobernar (tenía 70 años cuando fue propuesto para el cargo), adoptó a Trajano, general prestigioso que mandaba los ejércitos del Rin.
TRAJANO (98-117 d. de C.)
Oriundo de Hispania (Italica, actual Santiponce, Sevilla) general de gran renombre, fue el último de los emperadores conquistadores. Conquistó la Dacia, tras vencer a Decébalo en dos ocasiones: en la batalla de Tapae (101 d. de C.) y en las guerras del 105-106 d. de C. Así Dacia, actual Rumanía, se convirtió en provincia romana. Llevó a cabo también campañas contra los armenios y partos, con las que el Imperio alcanzó su máxima extensión.
Como administrador civil, Trajano es conocido sobre todo por su amplio programa de construcción de edificios públicos que reformaron la ciudad de Roma y dejó numerosos monumentos perdurables como el foro de Trajano, el mercado de Trajano y la Columna Trajana.

Trajano - Wikipedia, la enciclopedia libre
Columna trajana/ Busto de Trajano. Gliptoteca de Munich
Trajano aligeró los impuestos y acuñó monedas gracias a la anexión de Dacia, rica en minas de oro. Creó una ayuda financiera para las familias pobres e incitó a los veteranos a fundar colonias, favoreciendo de esta manera la romanización del lmperio. Murió en una expedición a Cilicia, actual Turquía. Fue divinizado por el Senado.
ADRIANO (117-138 d. de C.)
Hijo adoptivo de Trajano, hizo que sus veintiún años de mandato fuese un período de paz y prosperidad. A partir de Adriano, Roma no hizo ninguna conquista. Incluso abandonó las provincias de Armenia y Mesopotamia conquistadas por Trajano en el año 116 d. de C. Asimismo, fue el primero en consolidar el limes, asegurando la integridad de las fronteras del Imperio. Hizo construir paredes de contención a lo largo del Rin, fortalezas y trincheras a lo largo del Danubio, y el llamado muro de Adriano en Britannia.
Adriano era un hombre de letras, culto, viajero, filohelénico (pasaba largas temporadas en Atenas). Dedicó prácticamente todo su tiempo a las provincias. Exceptuando los últimos años, pasó todo su reinado viajando por el Imperio, estudiando las necesidades de las regiones y de las ciudades. Hizo construir muchos monumentos y al volver a Italia ordenó que le construyeran la fastuosa Villa Adriana en Tibur, actualmente Tivoli.
Canopus vanaf serapium.jpg
Villa Adriana, Tivoli
Castillo Sant'Angelo, antes Mausoleo de Adriano.
Es famosa la relación entre Adriano y Antinoo, al que conoció en el año 120 d. de C. durante un viaje a la provincia de Asia. Antinoo murió ahogado en el Nilo y, a raíz de este suceso, el emperador erigió estatuas por todo el Imperio.

ANTONINO PÍO (138-161 d. de C)

Sucedió a Adriano, también por adopción. Fue un emperador muy popular y querido a causa de su bondad e inteligencia. Proscribió a los delatores y condenó a los funcionarios provinciales sospechosos de malversación. Suprimió muchos impuestos inútiles y redujo el ritmo de vida en la corte. Con el dinero ahorrado, mandó construir muchos edificios y reparar otros, como el faro de Alejandría.
Continuó la obra legislativa de su padre adoptivo: el Digesto, una compilación de leyes promulgadas por los mejores jurisconsultos. Promulgó también normas protectoras de los esclavos, de las mujeres y de los niños. A pesar de su política pacifista, tuvo que hacer frente a las revueltas de los judíos. Murió en el año 161 d. de C. cuando estaba en una campaña militar. Tanto él como su mujer, Faustina, fueron divinizados a su muerte.

FOTOS DE TEMPLO DE ANTONINO Y FAUSTINA. FORO ROMANO. ROMA, ITALIA ...


Templo de Antonino y Faustina. Foro Romano.

Le sucedió su yerno, Marco Aurelio, quien compartió el Imperio con su hermano adoptivo, Lucio Vero.
MARCO AURELIO (161-180 d. de C.)
El reinado de Marco Aurelio estuvo marcado por la defensa de las fronteras que empezaban a mostrar signos de debilidad: luchó contra los partos, que habían invadido la provincia romana de Siria, y contra los pueblos germánicos del Danubio (los marcomanos, una confederación de tribus), cuyas incursiones agitaron con frecuencia su reinado.
La guerra contra los partos finalizó con éxito pero la vuelta del ejército de Vero trajo consigo una plaga, conocida como la Plaga Antonina o la Plaga de Galeno (filósofo, cirujano y médico personal de Marco Aurelio), que se extendió por el Imperio romano entre 165 y 180. La enfermedad se tornó en una incontrolable pandemia, variedad de la viruela o el sarampión, en la que perecieron unos cinco millones de personas, un tercio de la población.

Marcus Aurelius Glyptothek Munich.jpg


Busto de Marco Aurelio. Gliptoteca de Munich
El emperador murió en Vindobona, la actual Viena, a donde se había desplazado para participar personalmente en la contienda germánica. Acontecimiento destacado de su reinado fue la persecución contra los cristianos, a los que consideraba una amenaza para el Imperio al poner a Jesucristo por encima del emperador (sin embargo, nunca participó personalmente pues detestaba la sangre, nunca asistía a los espectáculos del coliseo)
Estatua ecuestre de Marco Aurelio. Museos Capitolinos.

Marco Aurelio fue un emperador filósofo seguidor de las doctrinas estoicas. Escribió las Meditaciones, una especie de diario íntimo de su pensamiento con reflexiones de tipo filosófico y moral, una especie de guía para el perfeccionamiento espiritual y unas instrucciones para un gobernador al servicio del deber.
A diferencia de sus predecesores, tuvo trece hijos de su esposa Ania Galeria, conocida como Faustina la Menor. Deificado tras su muerte, sus cenizas depositadas en el Mausoleo de Adriano (actualmente Castillo de Sant´Angelo). Designó como sucesor a Cómodo, único que le quedaba vivo.
CÓMODO (180-193 d. de C.)
Hijo y sucesor de Marco Aurelio, tuvo ataques de locura y comportamientos propios de un tirano sanguinario. Estableció una serie de medidas puramente demagógicas (donaciones, distribuciones gratuitas de trigo, etc.). Es recordado, especialmente, por los juegos espectaculares que organizó. Las fuentes explican que los combates eran a veces tan numerosos que el Coliseo quedaba anegado de sangre.
Fascinado por el culto al cuerpo, bajaba en ocasiones a la arena y luchaba con animales salvajes o con gladiadores. Le gustaba representar grandes escenas de la mitología disfrazando a gente inválida de dragones o de gigantes, que mataba a la vista de todos. Tras los repetidos intentos de asesinarle, Cómodo decidió iniciar una serie de ejecuciones sistemáticas a lo largo de toda la ciudad con el objetivo de sembrar el temor entre el pueblo. Se hizo representar diversas veces vestido de Hércules, de quien se consideraba reencarnación.
Emperador megalómano, decidió designar las instituciones y los meses del calendario con su nombre. Decretó, además, que Roma pasase a llamarse Colonia Lucia Annia Cormmodiana.
Finalmente, en el año 192 Marcia, la concubina de confianza de Cómodo, instigada por conspiradores pretorianos, consiguió envenenarlo, pero lo vomitó; entonces, mientras se bañaba, enviaron al liberto Narciso, su entrenador personal, a estrangularlo. Los senadores decretaron la damnatio memoriae contra él (todas sus estatuas fueron derribadas y su nombre borrado de todos los registros públicos). Se acabó de este modo la dinastía de los Antoninos.
Como sabéis, en la película Gladiator está interpretado por Joaquin Phoenix (ahora más famoso por Joker)


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Busto de Cómodo vestido como Hércules