sábado, 2 de febrero de 2019

Oratoria romana

Algunos conceptos y autores de este género literario


La Oratoria

 

I. CARACTERÍSTICAS:

 

Arte de la persuasión mediante la palabra.

La oratoria debe desarrollarse en un marco democrático, donde haya libertad de expresión e independencia del poder judicial; estas condiciones se dan solo en la época republicana, cuyo sistema político se basa en la consulta popular (los candidatos necesitan convencer al pueblo para que los vote), lo que proporciona a la oratoria las condiciones propicias para su desarrollo; con la llegada del Imperio se imponen nuevas formas de gobierno basadas en el poder personal, y la oratoria, falta del ambiente de libertad que necesita, decae y deja de estar en el foro y en los tribunales para refugiarse en las escuelas, transformándose en un puro ejercicio de retórica.

▪ La oratoria impregnaba gran parte de la vida pública y su valor era reconocido en los tribunales (discursos judiciales), en el foro (discursos políticos) y en algunas manifestaciones religiosas (elogios fúnebres). El pueblo romano, extraordinariamente aficionado a los discursos, escuchaba extasiado y aplaudía con fervor a los oradores brillantes.

La oratoria es un instrumento útil para:

a) Conseguir cargos públicos, convenciendo a la gente para que le vote

b) Conseguir inclinar la balanza de la ley en favor de las propias teorías.

 

 

La técnica del discurso contiene cinco puntos fundamentales que el orador debe dominar para construir un buen discurso según las reglas de la retórica: inventio (= búsqueda de argumentos apropiados y probatorios), dispositio (= distribución de esos argumentos siguiendo un plan adecuado), elocutio (= la elección de la forma más elegante para expresar las ideas), memoria (= capacidad de recordar cada cosa en el lugar apropiado) y actio (= todo lo relacionado con los gestos y el tono de voz).

Las partes del discurso también son cinco: exordium (= introducción), narratio (= exposición del asunto), probatio (= aportación de argumentos), refutatio (= se rechazan las objeciones reales o posibles) y peroratio (= conclusión, donde se intenta inclinar al auditorio o a los jueces a favor de las teorías que el orador defiende).

 

Según la finalidad del discurso se distinguían tres géneros de elocuencia: el judicial (tiene lugar en los tribunales), el deliberativo (el que se da en las asambleas) y el demostrativo o epidíctico (discursos de lucimiento).

 

En Roma hubo tres escuelas retóricas, con distintos modelos de elocuencia, tomados del mundo griego: la aticista (sobria, da más importancia al fondo que a la forma), la asiana (ampulosa, colorista, exuberante, da más importancia a la forma que al fondo), y la rodia (busca un equilibrio entre el fondo y la forma).

 

Con el agotamiento del sistema republicano y la llegada de Augusto al poder, la práctica de la oratoria, privada de las condiciones políticas que la justificaban, desaparece. Las escuelas de retórica siguen manteniéndose con una finalidad educativa y conservando su influencia en la lengua y literatura latinas, pero la oratoria se convierte en pura declamación.

 

 

II. PRINCIPALES AUTORES Y OBRAS:

 

Oratoria ciceroniana: con Cicerón la oratoria consigue su cenit; es en el s. I a.C. cuando se dan las condiciones sociopolíticas que favorecen su desarrollo (enfrentamientos de partidos, denuncias de intrigas y proyectos revolucionarios, traiciones, acusaciones de sobornos, etc.). Es también ahora cuando la retórica alcanza su mayor desarrollo con  tres grandes figuras, representantes de las tres escuelas: C. Licinio Calvo (escuela aticista), Q. Hortensio (escuela asiana) y M. Tulio Cicerón (máximo representante de la escuela rodia).

 

Cicerón (106-43 a.C.)

 

Sus discursos se clasifican en dos grandes grupos:

 

a) Discursos judiciales: tienen lugar en el foro y ante los tribunales; se refieren tanto a acusaciones (in = contra) como a defensas (pro = en defensa de); los más importantes son las Verrinas (defiende a los sicilianos contra Verres -in Verrem-, exgobernador de Sicilia, que se había dedicado a expoliar la isla y a sus habitantes; Cicerón consiguió su condena) y En defensa del poeta Arquías (Cicerón, tomando como pretexto la defensa del poeta griego Arquías, al que se acusaba de usurpar el derecho de ciudadanía romana, hace un elogio de las letras en general y de la poesía en particular).

 

b) Discursos políticos: se pronunciaban durante el desempeño de algún cargo público en el Senado, en la curia o en el foro; los más destacados son las Catilinarias (cuatro discurso pronunciados ante el Senado y el pueblo de Roma en el año 63 a.C. para desenmascarar el intento de golpe de Estado de Catalina; Cicerón consiguió hacer fracasar la conspiración y fue proclamado por ello pater patriae, padre de la patria) y las Filípicas (el canto de cisne de Cicerón, para muchos su mejor obra: son catorce discursos contra M. Antonio, que se consideraba el sucesor político de César; estos ataques furibundos contra Marco Antonio le valieron el odio del triunviro y su posterior ejecución).

 

 

 Cicerón, además de ser un magnífico orador, también escribe sobre cómo ha de ser el discurso; en sus tratados de retórica, como De oratore (Sobre el orador) u Orador (El orador), nos habla de cómo ha de ser el orador (que debe poseer cualidades naturales, cultura profunda y dominio de la técnica oratoria), de su triple función (docere, delectare y movere = enseñar, deleitar y conmover) y de la técnica del discurso (puntos fundamentales, partes...)

 

Oratoria postciceroniana: tras la muerte de Cicerón y la llegada del imperio, la oratoria entra en declive; la libertad, tan necesaria para el desarrollo de la oratoria, desaparece con el Imperio, el Imperator asume todo el poder, ya no hay rivalidades electorales, ni campañas de candidatos (ya no se necesita convencer al pueblo para ser elegido), ni reuniones públicas, etc. La oratoria pasa del foro a las escuelas haciéndose artificial, amanerada y afectada; los oradores ya no aprenden escuchando a los grandes oradores en el foro, sino en la escuela, haciendo muchas veces ejercicios artificiales y con situaciones poco reales: la oratoria ha perdido ya la fuerza que tuvo con Cicerón.

 

Entre los oradores posteriores a Cicerón destacan:

 

Séneca el Mayor, autor de Suasorias (donde se exponen razones a favor y en contra de una determinada acción; eran un ejercicio propio de los principiantes y consistían en consultas imaginarias dirigidas a personajes históricos que en determinadas situaciones deben tomar una decisión importante: "Agamenón delibera sobre si debe inmolar a su hija Ifigenia"…): el aspirante a orador componía un discurso con las razones que debían pesar en el alma del personaje en cuestión.) y de las Controversias (debates sobre casos rebuscados y complicados, por lo general ficticio: el alumno debía argumentar jurídicamente en defensa de una de las partes.).

Quintiliano (escribió la Institución oratoria, un programa detallado de la formación del orador, el tratado de retórica más completo de la Antigüedad: propone la dificultad gradual de los ejercicios, extraer los temas de la realidad, evitar los adornos innecesarios siguiendo el estilo de Cicerón, la necesidad de que el orador sea al mismo tiempo un hombre honesto)

Tácito, autor del Dialogo de los oradores (donde expone las causas de la decadencia de la elocuencia)

Plinio el Joven, quien escribió un Panegírico a Trajano (el panegírico es un discurso de tipo demostrativo, caracterizado por un marcado tono encomiástico; el Panegírico de Plinio constituye una alabanza desmedida de la moderación, magnanimidad y otras virtudes del emperador).

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario