TEXTO I
Conocidos estos hechos, el cuestor Marcio Rufo anima a los
suyos para que no desfallezcan en su ánimo. Aquéllos ruegan y
suplican que sean sean llevados de nuevo a Sicilia en los barcos. Promete
y ordena a los timoneles de las naves que a primera hora de la tarde
tengan todas las barcas atracadas junto a la costa.
TEXTO II
Los nuestros, tan pronto como pisaron en
tierra firme (en cuanto se hubieron reorganizado en la orilla), arremetieron
contra los enemigos y los pusieron en fuga, y no pudieron perseguirlos más
lejos porque la caballería (los jinetes) no había podido mantener el rumbo ni
alcanzar la isla. Solamente esto faltó a César para su antigua fortuna (para
volver a la situación precedente). Los enemigos, vencidos en la batalla,
enviaron emisarios de paz a César.
TEXTO III
Tan
pronto como Petreyo de la señal con la trompeta, explorado ya todo, ordena que
las cohortes avancen lentamente. Lo mismo hace el ejército enemigo. Después que
se llegó a aquel punto desde donde el combate podía ser realizado por los
soldados armados a la ligera, con gran griterío y con consignas de ataque (en
son de guerra, con las banderas desplegadas y en formación de combate), se
lanzan unos contra otros, sueltan las lanzas, la lucha se lleva a cabo
con espadas.
TEXTO IV
César, habiéndose aproximado (al haberse
aproximado, tras aproximarse) al campamento de Pompeyo, advirtió que su línea
de combate estaba formada de este modo:
estaban en el ala izquierda las dos legiones entregadas por César, según
decreto del senado, al principio de la discordia; una de ellas era llamada
'Primera', otra 'Tercera'. En aquel lugar estaba Pompeyo en persona
TEXTO V
Después de haber sostenido esta batalla,
marchó a Roma sin que nadie le opusiera resistencia. Se demoró en unos montes
próximos a la Ciudad. Tras haber tenido su campamento allí durante algunos días
y mientras volvía a Capua, Q. Fabio Máximo, dictador romano, le salió al frente
(se le opuso) en el Campo Falerno. Aunque estaba encerrado aquí por un
desfiladero (por las estrecheces de los lugares), consiguió escaparse (se
preparó, se puso a punto, se libró) de noche sin daño alguno de su ejército.
TEXTO VI
Entonces surgieron de repente enormes
tempestades. Se precipitaban grandes olas. En este momento, aquella nave de ese
ladrón, cargada con estatuas sagradas, expulsada y encallada, se parte con un
golpe de ola; en la costa son encontradas aquellas estatuas de Apolo, y por
orden de Dolabela son devueltas a su sitio. Dolabela se marcha de Delos.
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