lunes, 29 de octubre de 2018



 

Más Séneca y menos ansiolíticos

Vanidad sin control, obsesión por la seguridad, aceleración tecnológica, ... ¿Qué tiene que decir el renovado interés editorial por el estoicismo sobre el mundo en el que vivimos?


Más Séneca y menos ansiolíticos

Cultiva el espíritu porque obstáculos no faltarán. El consejo de Confucio podría haberlo firmado cualquiera de los filósofos estoicos. Una versión moderna de esta máxima se la debemos a Woody Allen: “Si quieres hacer reír a Dios, cuéntale tus planes”. Un poeta barcelonés la remató con un verso lapidario sobre el inexorable juicio del tiempo: “Que la vida iba en serio uno lo empieza a comprender más tarde”. Esos son, a grandes rasgos, los tres vértices del estoicismo antiguo, que parece resurgir en nuestros días. ¿Se trata de un espejismo? Las sociedades modernas se encuentran dominadas por la rentabilidad tecnocrática del selfie, la autoindulgencia (todo nos lo merecemos, sobre todo si hay desembolso) y el capricho. Se trata de fabricar un ego frágil e injustificadamente vanidoso. Una situación que supuestamente podría remediar una buena dosis de estoicismo. Dado que no podemos controlar lo que nos pasa y vivimos totalmente hacia afuera, atemorizados y estresados, dado que somos más circunstancia que nunca, quizá pueda ayudarnos esta antigua filosofía que inspiró a Marco Aurelio, un hombre que, dada su posición, conoció el estrés mejor que nadie.
Vista de la Sala de los Filósofos de los Museos Capitolinos de Roma.
Vista de la Sala de los Filósofos de los Museos Capitolinos de Roma.


Pero en ese desplazamiento, en esa búsqueda de inspiración en el pasado grecolatino, se corre el riego de confundir, y de hecho se hace, estoicismo con voluntarismo, tan vigente y puritano. La cultura del esfuerzo y la búsqueda del éxito dominan las sesiones de coaching, que es, según sus proponentes, el arte de ayudar a otras personas a cumplir sus objetivos o a “llenar el vacío entre lo que se es y lo que se desea ser”. No cabe mayor traición al legado estoico. El voluntarismo reseca el alma y uno de los fines del estoicismo es recrearla. Lo que llamamos “retos” o “metas” no son sino anteojeras que no permiten ver más que un único aspecto de la realidad y uno acaba estrellando el avión contra la montaña, como en el caso de Germanwings. Esas metas nos trabajan por dentro y parecen diseñadas para excluir la contemplación y la observación atenta y desinteresada. Frente a la tiranía de la meta, los estoicos pretendían desembarazarse de pasiones demasiado apremiantes y acaparadoras. De hecho, uno de sus signos distintivos fue considerar la poesía como medio legítimo de conocimiento. La lírica nos mantiene en una actitud abierta y nada sabe de metas y objetivos. La poesía era para los estoicos, sobre todo la de Homero, genuina paideia. Entender esto requiere ganar una libertad interior, no estar eternamente abducidos por el circo o las pantallas, una independencia moral, no la opinión general o el vocerío de Twitter, y trascender la dependencia de la persona respecto a su parte animal (en el supuesto de que el hombre es ese ser singular que, como decía Novalis, vive al mismo tiempo dentro y fuera de la naturaleza). Con ese “cuidado de sí”, que Marco Aurelio llamaba meditaciones, era posible lograr una autarquía ética que tendría una importancia decisiva en el pensamiento político griego.
No quedan muy lejos algunos ejemplos de estoicismo moderno. Wittgenstein cuenta que de joven experimentó esa sensación de que “nada podía ocurrirle”. Era un modo de decir que, ocurriera lo que le ocurriera (una bala perdida, un cáncer), sabría aprovechar la experiencia. Una actitud que le permitió asumir el puesto de vigía en medio del fuego cruzado durante la primera gran guerra. Algo parecido encontramos en Simone Weil, siempre arriesgándose, ya fuera en la fábrica de la Renault o en los hospitales de Londres, con la humildad como valor supremo, que hace que el ego no apague la llama de lo divino. Curiosamente, la actitud de estos dos grandes filósofos, en los que reviven los viejos ideales grecolatinos, contrasta con algunas obsesiones actuales. Desde el miedo al propio cuerpo, que requiere un examen continuado, hasta la obsesión por la seguridad (to feel safe, to feel at home). Como si un escáner o un refugio pudieran otorgar esa tranquilidad, como si hubiera que encerrarse para sentirse seguro. Mientras un mandatario reciente se preguntaba cuánto dinero necesitaba para sentirse seguro y, al no hallar la cifra, se consagró a amontonar capitales, Wittgenstein se exponía en la trinchera y Weil en la columna de Durruti.
Imaginen a Zuckerberg abrazando esta filosofía; pues bien, eso es lo que hizo el emperador Marco Aurelio
El estoicismo supone, como apuntó Zambrano, la recapitulación fundamental de la filosofía griega. En este sentido fue y es tanto un modo de vida como un modo de estar en el mundo. Zenón de Citio, natural de la colonia griega de Chipre, figura como fundador de la escuela. Tenían algo en común con los cínicos, sobre todo la vida frugal y el desprecio de los bienes mundanos, y reflexionaron sobre el destino y la relación entre naturaleza y espíritu. Hubo un estoicismo medio (platónico, pitagórico y escéptico), pero los que dieron fama a la escuela fueron sus representantes romanos: un emperador, un senador y un esclavo. Todos ellos surgieron, como ahora, al abrigo del Imperio. Aquel imperio era militar, el de hoy es tecnológico. Imaginen ustedes a Zuckerberg abrazando el estoicismo; pues bien, eso es lo que hizo el emperador Marco Aurelio. Séneca nació en la periferia del Imperio, en la colonia bética de Hispania, pero fue una figura fundamental de la política en Roma, senador con Calígula y tutor de Nerón. Epicteto había llegado a la ciudad siendo un esclavo. Cuando fue liberado fundó una escuela, y aunque, siguiendo el ejemplo de Sócrates, no escribió nada, sus discípulos se encargarían de transmitir su legado.
Moralistas y contemplativos, todos ellos defendieron la vida virtuosa, la imperturbabilidad y el desapasionamiento, sentimientos todos ellos muy poco rentables para una sociedad del entretenimiento. El estoicismo conquistó gran parte del mundo político-intelectual romano, pero, a diferencia del 15-M, no cristalizó en “partido”, sino que se decantó en norma de acción y su influencia alcanzaría a grandes filósofos como Plotino o Boecio. No entraremos a describir su refinada lógica, pero merece la pena recordar que la subordinaban a la ética. Al contrario de hoy, al menos en el mundo financiero, donde el algoritmo domina la moral. Destaca en ella su doctrina de los indemostrables, probablemente de origen indio. Concebían el alma como un encerado donde se graban las impresiones. De ellas surgen las certezas (si el alma acepta la impresión) y los interrogantes (si es incapaz de ubicarla). Para los estoicos, el mundo era, como para nosotros, sustancialmente corporal, pero su física no niega lo inmaterial. Concibe la naturaleza como un continuo dinámico, cohesionado por el pneuma, un aliento frío y cálido, compuesto de aire y fuego. Heredaron de Heráclito el fuego como principio activo y primordial, del que han surgido el resto de los elementos y al que regresarán. Como el humor o el llanto, el pneuma no se desplaza, sino que se “propaga”, contagiando alegría o enfermedad.
Nuestra obsesión por la seguridad contrasta con la actitud de estoicos modernos como Weil o Wittgenstein
Hoy no estaría de más poner en práctica algunos de sus principios. El imperativo ético de vivir conforme a la naturaleza, que nuestro planeta agradecería. El ejercicio constante de la virtud, o eudemonía, que permite el desprendimiento. Y, finalmente, lo que Nietzsche llamó el amor fati, la aceptación y querencia del propio destino, remedio eficaz para todo aquello que produce desasosiego. No puede decirse que estos principios proliferen en nuestros días. Si un viejo estoico pudiera asomarse a nuestro tiempo, vería, en las grandes desigualdades propiciadas por la economía financiera, un descuido de sí, un olvido de esa autonomía moral que evita que se desaten emociones como el miedo y la vanidad, que crean la codicia. Emociones contrarias a la razón del mundo que, en nuestro caso, es la razón del planeta.








 



 

sábado, 28 de abril de 2018

Discursos de Bruto y Marco Antonio

 
 
 
El asesinato de César, en la película de Mankiewicz que hemos comentado en clase y la versión de la serie "Roma", de HBO. A continuación el discurso de Bruto y, en el enlace siguiente, los monólogos contrastados de Bruto (James Mason) y Marco Antonio (Marlon Brando): momento cumbre de la historia, de la cinematografía, la dramaturgia y la interpretación.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Oratoria. Discursos de Bruto e Marco Antonio en "Julio César", 1953. from Alba Pérez on Vimeo.

sábado, 24 de marzo de 2018




Por PACO NADAL

Así hubieras visto el Partenón (y otros seis monumentos famosos) de haber hecho turismo hace 2.500 años

Conocer monumentos de la Antigüedad es una gran excusa viajera. Pero, ¿imaginas si pudieras verlos tal cual eran? Una recreación digital nos permite comparar ahora lo que vemos con lo que fue


Partenón
Vista de el Partenón, en Atenas, Grecia.

Las pirámides mayas, el Partenón, un foro romano... Conocer las grandes obras de la humanidad motiva a viajar cada año a millones de personas. El portal Expedia pidió a una empresa de animación que tratara de recrear cómo fueron esos monumentos cuando aún estaban en uso. Y el resultado es sorprendente. ¿Te los imaginabas así?
El Partenón de Atenas (Grecia)

Construido en época de Pericles para conmemorar la victoria sobre los persas, el Partenón dominaba la ciudad de Atenas desde la colina de la Acrópolis. Dentro se veneraba una colosal estatua de Atenea Partenos de 12 metros de altura. En 1687 los turcos los utilizaron como polvorín durante un asedio con tan mala fortuna que un cañonazo veneciano lo hizo saltar por los aires. Así lo verías si hubieras sido un turista de la época de Pericles (c. 495 a. C.-429 a. C.)
La pirámide de Nohuch Mul, Cobá (México)
 

 

Cobá fue una ciudad maya que floreció entre el 500 y 900 de nuestra era. Cuando llegaron los españoles Cobá estaba abandonada. No se supo de ella hasta que en el siglo XIX unos arqueólogos europeos dieron con sus ruinas comidas por la vegetación. Entre sus atractivos está la pirámide más alta del Yucatán: Nohuch Mul, 42 metros de altura a la que está permitido subir. Así era en tiempos de los mayas.
El templo de Júpiter (Italia)

Construido en honor a Júpiter, el dios del cielo y el trueno, este templo fue el principal centro religioso de Pompeya, una pequeña ciudad romana en la bahía de Nápoles. El sitio fue redescubierto en el siglo XVI, y muchos años de excavaciones han brindado a los millones de visitantes anuales una visión fascinante de la vida cotidiana de esta ciudad romana del siglo I.
Milecastle 39 sobre el Muro de Adriano (Reino Unido)

Los romanos llegaron muy lejos. Tanto como a las puertas de Escocia. Para defender las tierras del sur de lo que luego sería Reino Unido de los pictos y otros bárbaros del norte, el emperador Adriano mandó construir en el año 122 un muro de costa a costa que tenía cinco metros de alto, 80 fortines y 14 fuertes principales. Así sería uno de ellos a la vista de un legionario del siglo II.
El templo de Luxor (Egipto)

Uno de los lugares preferidos por los turistas en Egipto es este templo construido a partir del año 1500 antes de nuestra era. El gran templo de Luxor, que toma su nombre del término árabe, al-Uksur ("fortificación"), estaba dedicado al dios Amón y fue muy mejorado por las dinastías siguientes. Así era la gran puerta de entrada de pilón que daba acceso al complejo hace 35 siglos.
La pirámide del Sol de Teotihuacán (México)

Pese a su cercanía a la capital mexicana, Teotihuacán, una de las mayores ciudades prehispánicas, nada tiene que ver con los mexica porque es muy anterior. Cuando los aztecas florecieron y empezaron a moverse hacia el valle Central, Teotihuacán ya estaba en ruinas. Las mismas que –a unos 78 kilómetros al noroeste de CDMX– siguen siendo hoy destino clásico para los turistas, que llegan hasta allí para ver las grandes pirámides del Sol y la Luna y la ceremonial Calzada de los Muertos.
Area Sacra de Largo di Torre Argentina (Roma)

Largo di Torre Argentina es una plaza romana donde aparecieron restos de cuatro templos romanos de época republicana más el teatro de Pompeyo. Uno más de tantos lugares fascinantes de la capital italiana que nos transporta a tiempos pasados. Si te cuesta imaginar cómo fueron aquellos templos, aquí va la recreación del templo B, el más reciente de los cuatro.