miércoles, 6 de marzo de 2013

300. Examen.



1 .Echa un vistazo a este magnífico gráfico (y a la información adicional de los reportajes).

http://www.elpais.com/graficos/cultura/batalla/Termopilas/elpepucul/20070323elpepucul_1/Ges/




2. Aquí encontrarás algunas comparaciones visuales entre viñetas del comic de Frank Miller y la película.

http://www.solaceincinema.com/2006/10/04/300-comic-to-screen-comparison/




3. Mira en las etiquetas  las otras dos entradas de 300: tienes que ver el documental y estudiar los dos anexos del trabajo titulado "Tebeización de la historia".

4. Comenta en la parte inferior de la entrada al menos dos de los seis artículos que siguen.


¿Qué hiciste en la guerra, Leónidas?
Jacinto Antón | Barcelona www.elpais.com 18/03/2007
Los historiadores debaten sobre la batalla de las Termópilas y la verdad de las guerras entre griegos y persas
Leónidas, el bravo y sufrido rey espartano, libra una nueva batalla. Correoso y con ganas de bronca como era, al héroe de las Termópilas seguramente le hubiera encantado el lío que se ha montado en torno a su última epifanía, la película 300, basada en el salvaje, arrebatadoramente violento y hermoso cómic de Frank Miller (Norma Editorial) sobre la batalla en la que cayeron frente al Ejército persa él y todos sus hoplitas de mantos encarnados. La polémica que envuelve al filme -las críticas por su retrato "racista" y denigrante con los persas y la abundancia de tópicos (el valor y la hombría espartanos frente a la cobardía y traición persas, el enjambre asiático ante la individualidad griega)- amplifica una discusión científica que aunque se libra en el discreto escenario de las publicaciones y los despachos universitarios no deja de emanar un inconfundible fragor bélico.
Desde hace unos años, las posiciones se han radicalizado entre los estudiosos que defienden una visión más tradicional y digamos prohelénica de las guerras médicas -las que enfrentaron a griegos y persas en el siglo V antes de Cristo- y los orientalistas, proiránios para entendernos, que reclaman una visión más equilibrada, justa y realista, a su entender, del conflicto. Estos especialistas, como el historiador Pierre Briant, autor de Histoire de l'Empire perse (Fayard), recalcan la importancia de las realizaciones culturales de la civilización persa y su cariz tolerante. Deploran "la negativa concepción eurocéntrica" que ha estigmatizado a los antiguos persas como los malos, y -aunque Briant no ha visto aún la película y no suele leer cómics- abominan, como se puede suponer, de estampas del estilo de las que brinda 300, con un Jerjes afeminado, cruel y cubierto de piercings, con más aspecto de salir de Hellraiser que de Persépolis.
"¡Ay de mí! ¡Con qué rigor se abatió el destino sobre la nación persa!", exclama Jerjes, "en cuyos ojos brilla el fuego sombrío de la mirada del sangriento Dragón" en Los Persas, la tragedia de Esquilo. Esa imagen de una terrible derrota del imperio persa no se corresponde, señala Briant, con la realidad: el imperio aqueménida (el de los persas) no entró en absoluto en declive tras las derrotas de Jerjes en la Segunda Guerra Médica (Salamina, Platea), sino que, de hecho, se mantuvo en la cima del poderío mundial todavía durante más de un siglo. En ese sentido, las derrotas habrían sido picaduras de mosquito en la piel del elefantiásico imperio de los Reyes de Reyes.
Más radical, George Cawkwell, profesor del University College de Oxford, afirma en su revulsiva The Greek Wars (2005) que los griegos fueron sólo "una distracción menor" de los soberanos persas, que tenían "problemas más importantes" en la administración de su vasto imperio.
Frente a esta visión pendular se alza la moderna ortodoxia que representan libros sabrosísimos como La batalla de Salamina, de Barry Strauss, de reciente publicación por Edhasa, o Termópilas, de Paul Cartledge, que aparecerá el próximo día 27 en Ariel, ambos de un pulso narrativo excelente aunque muy ceñidos a la visión tradicional del conflicto -Cartledge, profesor de Cambridge en el que despiertan unos sorprendentes entusiasmos los espartanos, incluso usa la secular comparación del imperio persa con el turco en decadencia, algo que aborrece Briant-.
Heródoto es uno de los blancos principales de los proiránios. Cawkwell no duda en asegurar que el historiador en el que se basa en buena medida nuestra visión tradicional de las guerras médicas simplemente "no entendió la compleja realidad del imperio persa". El profesor de Oxford enmienda la plana a Heródoto y defiende que los persas eran mucho más capaces militarmente de lo que aquél dio a entender, pues a ver si hubieran podido si no ganar y sujetar un imperio de tres millones de kilómetros cuadrados. "Las realizaciones militares persas no podrían haberlas efectuado hombres blandos y afeminados, a golpe de látigo, como los retratan las fuentes griegas", subraya. Es verdad que llevaban pantalones, el acabose de lo barbilindo para los espartanos. El número de tropas es un tema que lleva agua al molino de los revisionistas propersas: esas abigarradas hordas de millones que se mueven como nubes de langostas y se beben los ríos a su paso... Para Cawkwell, literalmente, Heródoto no sabía contar. Los persas habrían llevado, en su opinión, las tropas justitas, y éstas no serían inferiores en calidad a las griegas.
El silencio de las fuentes persas es para los unos la prueba de que las guerras significaron poco para los persas. Para los otros indica todo lo contrario: que un imperio autocrático no podía admitir la derrota.
Sea como fuere, resulta innegable que los griegos ganaron al fin y Grecia no se convirtió en una satrapía. Pero vencieron, apuntan los proiránios, porque el Ejército persa sufrió un problema irresoluble de abastecimiento. Los persas, sintetiza Cawkwell, perdieron por sus propios errores: fallos del alto mando y folie de grandeur. ¿Y las Termópilas? Si Leónidas y los suyos pudieron aguantar un tiempo los embates enemigos antes de convertirse en alfileteros de los persas, arguye el estudioso, fue por razones de geografía, no de valor.
El topógrafo de la antigüedad y novelista Valerio Manfredi defiende que el relato de Heródoto de la batalla, heroísmo incluido, está, pese a la sobredosis de épica, muy próximo a la verdad. "Los persas, obviamente, no eran millones pero sí 200.000 o 300.000, una enormidad, lo que tienen EE UU en Irak. Entiendo la moda de la persofilia, admito que la persa fue una civilización maravillosa, pero los griegos tenían conciencia del valor de su libertad. Lucharon y vencieron porque estaban dispuestos a morir antes que someterse. Eso no es un tópico. Y está en la raíz de la cultura occidental. Es el legado de las Termópilas. No lo vamos a cambiar por una mal entendida sensibilidad de lo políticamente correcto".Los orientalistas abominan de la imagen de Jerjes cruel y lleno de 'piercings'.
Madrid www.elpais.com 13/03/2007
El filme '300' enfurece a la prensa iraní
La cinta recrea la batalla de las Termópilas, entre griegos y persas, en el siglo V a.C.- Los medios iraníes sostienen que los persas son descritos como "salvajes" e "imbéciles"
El peplum americano 300, que recrea la célebre batalla de las Termópilas, entre griegos y persas, ha concitado las iras de la prensa iraní porque considera que retrata a estos últimos (Irán se extiende hoy en el territorio de la antigua Persia) como "salvajes". Los medios iraníes sostienen que la cinta forma parte de una "guerra psicológica" ejercida por Estados Unidos.
"Hollywood le ha declarado la guerra a los iraníes", ha exclamado el diario reformista Ayandeh-No, como crítica al filme inspirado en el cómic homónimo de Frank Miller, que relata cómo los griegos, en inferioridad numérica, consiguieron detener al ejército persa de Jerjes.
Según el periódico, "el mensaje que recibe el espectador es que Irán, que sigue formando parte del eje del mal, es una fuente de mal desde hace tiempo y que los ancestros de los iraníes son los asesinos salvajes e imbéciles descritos en 300.
Un asesor cultural del presidente Mahmud Ahmadineyad ve en la cinta "una guerra psicológica americana contra Irán". "Los funcionarios americanos de la cultura han pensado que podían darse una satisfacción mental saqueando el pasado histórico de Irán e insultando a su civilización", ha señalado Javad Shamagdari, en declaraciones recogidas por France Presse.
Tres diputados han exhortado al Ministerio de Asuntos Exteriores a protestar de manera oficial contra la producción y contra la difusión "de esta cinta hollywoodiense anti-iraní", según la agencia Fars.
La película adapta un cómic del dibujante estadounidense Frank Miller, que se inspira de manera libre en la batalla acaecida en el 480 a.C. y que significó un punto clave para frenar el avance del imperio persa aqueménida.
Teherán normalmente autoriza la proyección de pocos filmes extranjeros, pero el mercado de copias ilegales está creciendo. Un iraní de 30 años, Alí, citado por France Presse, que ha visto el filme de Zack Snyder, explica que "los iraníes se han vuelto muy susceptibles después de ser descritos durante 30 años como terroristas bárbaros".
Los internautas iraníes también han lanzado una petición para criticar 300, indignados porque se describe al monarca persa Jerjes como "homosexual" y al ejército persa como una banda de "monstruos deshumanizados".




La madre de todas las batallas

José María Hernández www.elmundo.es 11/03/2007
Se libró hace 2.500 años, siglos antes de que Sadam dijera esta frase frente a EEUU. Fue entre el rey Leónidas, con su guardia pretoriana de 300 espartanos, y los persas de Jerjes. Ahora, aquella epopeya se hace cine con un guión real. «Hoy nuestras flechas oscurecerán el sol». La respuesta: «Tanto mejor, así lucharemos a la sombra».
Agosto del año 480 a.C. Los persas han llegado al paso de las Termópilas. Frente a ellos se apostan los ejércitos de las ciudades-estado griegas comandados por el rey espartano Leónidas. Nos encontramos ante la Segunda Guerra Médica entre griegos y persas.
Diez años antes, los griegos habían derrotado a las huestes del rey Darío en Maratón. Ahora, Jerjes, hijo de Darío, se dispone a tomar la revancha. El contingente persa, un formidable ejército formado por tropas de cincuenta nacionalidades, cruza el Helesponto y llega a Europa. Jerjes comenzaría su incursión en tierras helenas desde el norte y los griegos tenían que reunirse, solventar sus interminables disputas internas y hacer frente común ante la amenaza externa.
El rey persa, junto con la caballería y la infantería, avanza por tierra hacia Tesalia mientras su flota le acompaña rumbo sur por las aguas del Egeo. Dado que las fuerzas helenas eran muy inferiores en número, los griegos se reunieron en el istmo de Corinto y decidieron buscar un lugar en el que la situación geográfica supusiera una desventaja para los persas y equilibrar las fuerzas de cara al enfrentamiento. Detenido el ejército persa, la impaciencia de Jerjes le llevaría a atacar por mar donde los griegos podrían aprovechar su conocimiento de las aguas y su destreza en el manejo de los trirremes para infligir una derrota a los persas que a la postre resultaría definitiva.
Así pues, la flota helena esperaría cerca del cabo Artemisio, al norte de la isla de Eubea, mientras que un contingente de infantería defendería el paso de las Termópilas (puertas calientes), así llamado por la existencia de fuentes termales sulfurosas en la zona.
La batalla no sólo es Historia. Frank Miller la hizo cómic y ofreció su particular visión de lo acontecido. Sobre ella se levanta ahora 300, la película que el próximo día 23 se estrena en toda España. Zack Snyder, el director, ha querido dotar a la historia, con áurea épica y de alto sentido del honor, de un ritmo trepidante, combinando acción real con fondos digitales, en una propuesta que impresionará al espectador. Gerard Butler encarna la figura del rey Leónidas, el héroe que guía a los griegos en su lucha contra los persas. Lena Headey, Rodrigo Santoro y Dominic West completan el reparto.
En la actualidad, el paso de las Termópilas dista mucho de ser lo que era hace 2.500 años, ya que los aluviones depositados por el río Esperquio han desplazado la línea de costa varios kilómetros hacia el este. Pero por aquel entonces, el paso tenía una longitud de unos 6 kilómetros de largo y presentaba algunos estrechamientos que sólo permitían el paso de un carro. Los aliados griegos se apostaron en el tramo central junto a un antiguo muro construido por los focenses, uno de los pueblos de la zona.
FESTIVAL RELIGIOSO
Los espartanos decidieron no acudir hasta que transcurriera el festival religioso, pero el rey Leónidas había dado su palabra al consejo de que los espartanos acudirían encabezando al resto del contingente aliado y así sería. Leónidas y su guardia personal se presentaron en el paso junto con el resto de griegos; tespianos, peloponesios, tebanos, focenses y locrios, cuyas fuerzas sumaban unos 6.000 efectivos. 6.000 hombres frente al inconmensurable ejército persa.
Si bien las cifras del historiador clásico Heródoto nos hablan de un número exagerado, estudios más cercanos a la realidad calculan que las tropas de Jerjes podrían oscilar entre los 200.000 y los 400.000 hombres. Toda Asia frente a un puñado de griegos. Jerjes pensó que, ante la imponente visión de su ejército, los griegos acabarían por retirarse del paso. Envió un mensajero que invitaba a Leónidas y sus hombres a deponer las armas. Moloon labé (venid a buscarlas) fue la respuesta del rey espartano. El reto está servido y la batalla es inminente.
Los espartanos aprovechan las horas previas a la lucha para peinarse y ejercitarse ante los atónitos ojos de los persas, quienes no comprenden la aparente calma de sus contrincantes. Pero el espartano lleva tiempo preparándose para esto. Toda la vida. Desde los tres años, entrenándose por y para la guerra, que forma parte de su vida. En la mente no hay sitio para el miedo, sólo concentración para el ataque. Un ataque metódico, constante, implacable. Y los persas lo van a sufrir en sus propias carnes. Es tal el compromiso del espartano con el grupo, con su país, que llega casi al desprecio de la propia vida.
Se cuenta que, cuando un emisario persa fue enviado a los defensores de las Termópilas para amedrentarles con el poderío de sus arqueros -«hoy nuestras flechas oscurecerán el Sol»-, un soldado espartano replicó: «Tanto mejor, entonces pelearemos a la sombra».
La batalla va a comenzar. Los defensores se disponen para hacer frente a la primera arremetida persa. Los soldados veteranos en las primeras filas para aguantar la embestida inicial del combate.
El pesado equipo de los espartanos supone un muro de bronce frente al avance del enemigo. Los yelmos apenas dejan un resquicio para que se vean los ojos, el único atisbo de humanidad tras las corazas. Una visión aterradora para los persas. El escudo, principal arma de los espartanos («Vuelve con él o sobre él», decían las madres a sus hijos antes de partir a la batalla) defiende el flanco derecho del compañero. Finalmente, las largas lanzas o sarisas de los hoplitas griegos resultan letales ante la fragilidad de las armaduras y defensas de los asiáticos. Pero los de Jerjes son decenas de millares.
Comienza la batalla. Los persas avanzan con decisión. De pronto, los griegos se marchan. En realidad simulan una retirada. De esta forma, los confiados persas se lanzarán en su persecución convencidos de una victoria fácil. Pero los griegos se dan la vuelta, contraatacan y cogen desprevenidas a las sorprendidas huestes de Jerjes, quienes son diezmadas en el tramo central del paso tras la inesperada maniobra helena. Los hoplitas griegos son una auténtica máquina de triturar y en unas horas miles de cuerpos aparecen masacrados en el campo de batalla.
Furioso, en el segundo día Jerjes manda a sus tropas de elite, los Diez Mil Inmortales, así conocidos porque cada vez que un hombre caía corría otro de inmediato a reemplazado, de forma que el número permanecía intacto.
Pero Leónidas y sus hombres no se arredran y allí esperan, firmes, a sus nuevos contendientes. Los Inmortales de Jerjes, los mejores de entre los mejores de su ejército, arremeten contra los griegos. Pero el paso es una ratonera. Los griegos los aplastan contra la montaña, los arrojan por el acantilado al mar. Los Inmortales se hacen más mortales que nunca ante las espadas y las lanzas helenas, las cuales traspasan la carne de sus enemigos como si se tratara de mantequilla. Son los espartanos quienes parecen invencibles. Aparentemente, las heridas sufridas no les causan daño alguno ya que la sangre se confunde con el color carmesí de sus capas.
Amanece un nuevo día y Jerjes está decidido a tomar el paso de una vez por todas. Se juega el todo por el todo, ya que una nueva derrota podría suponer un motín entre sus propias tropas. Pero la motivación no es la misma. Los persas combaten obligados por su rey en un país extraño. Los griegos son hombres libres que luchan por su tierra. Combaten como máquinas, demonios que no dan cuartel y que convierten en una carnicería cada ataque persa. Los ejércitos vuelven a chocar y la historia se repite. Los griegos apenas sufren bajas gracias a su disciplina táctica y su coraje. Enfrente, miles de cadáveres persas son picoteados por los buitres. El aire es irrespirable. Todo el paso transpira un hedor a muerte.
300 ESPARTANOS DE CINE
Derrotado, Jerjes prepara a su ejército para la vuelta. Pero ocurre algo inesperado. El lugareño Efialtes (pesadilla en griego) muestra al rey de Asia un paso secreto en las montañas del Calidromo para así coger a los griegos por sorpresa. Advertido de la situación, Leónidas licencia a sus hombres a excepción de su guardia personal de 300 espartanos y de los tebanos, ya que se dudaba de su lealtad. Con razón. Cuando la lucha final comenzó a decantarse del lado persa, los tebanos se rindieron a los invasores. En cambio, los 700 tespianos al mando de Demófilo decidieron quedarse a luchar junto a los espartanos hasta el final.
Los griegos ya no pueden defender el paso y se lanzan al ataque con un objetivo: morir matando. La lucha es encarnizada, Leónidas y los suyos se mueven como un sólo hombre y cada estocada acaba con un enemigo mordiendo el polvo. Luchan con valentía, pero detrás de cada persa viene otro. Y otro. Las fuerzas comienzan a mermar después de cuatro días de intensas luchas.
Una flecha alcanza a Leónidas. El rey se desploma entre el tumulto. Sus hombres le protegen. Recogen su cuerpo y se retiran a una pequeña elevación del terreno. Se encuentran rodeados pero no están dispuestos a entregar el cuerpo de su rey. Jerjes empieza a saborear la tan ansiada victoria. No quiere perder más hombres y manda llamar a los arqueros. Al poco tiempo, una lluvia de proyectiles cae sobre los escasos supervivientes. Poco a poco, los cuerpos de los griegos se van desplomando sobre un suelo que ya no puede filtrar más sangre.
Aquellos héroes murieron en defensa de la libertad y en contra de la opresión y la tiranía. Pero la Hélade viviría. Los griegos se reagruparon y derrotaron a los persas. Primero, en la batalla naval de Salamina, en la que la flota helena venció a las naves de Jerjes. Después, en los campos de Platea, donde los griegos dieron el golpe definitivo a los persas, quienes no volverían a invadir nunca el país.
En la cima en la que cayeron los último héroes de Termópilas hay un epígrafe escrito por el poeta Simónides que reza así: Caminante, ve y dile a Esparta que sus hijos cayeron en cumplimiento de sus leyes.


Irán dobla al persa polémico film '300' para mostrar 'manipulación de EEUU'


Irán ha decidido doblar al persa la polémica película estadounidense '300', que ha desatado las protestas de los iraníes en todo el mundo, para exhibirla en la televisión estatal y que los ciudadanos del país puedan comprobar los que los medios nacionales llaman la 'manipulación de EEUU'.
El film ha sido traducido a la lengua persa (farsi) por veteranos profesionales del doblaje del país y será exhibido próximamente en el canal cuatro de la televisión estatal, que organizará además un debate sobre la cinta.
La película de la productora Warner ha desencadenado unánimes críticas de políticos, historiadores, artistas e intelectuales iraníes, que la consideran una 'flagrante ofensa' a la antigua cultura persa con evidentes intenciones políticas, además de una grosera tergiversación histórica
Basada en un cómic del estadounidense Frank Miller y dirigida por Zack Snyder, la cinta cuenta la historia de los 300 guerreros espartanos que combatieron en la batalla de las Termópilas contra el Ejército persa del rey Jerjes I en el año 480 antes de Cristo.
Según declaró a EFE un cineasta iraní que prefiere no ver su nombre publicado, los persas aparecen presentados en el film como criaturas horribles y violentas con continúas referencias a las 'hordas asiáticas' y las 'bestias orientales' frente a 'la nueva era de la libertad' representada por los espartanos.
La película, recalcó el cineasta, 'utiliza todos los tópicos que glorifican a la sociedad griega como defensora de la civilización occidental, mientras que denigra a la persa como representante de los bárbaros del Este'.
'En escenas que recuerdan el racismo del ministro de Propaganda nazi, Joseph Goebbels, aparecen los persas con máscaras de mono y peor aspecto que el de los rinocerontes, elefantes y monstruos de todo tipo que utilizan en la batalla', comenta el director iraní, que ve además en la película la intención de EEUU 'de ocultar de paso su desastre en Irak' a través de la 'glorificación de la libertad occidental'.
El film, que ha batido récords de taquilla desde su estreno en Estados Unidos, también ha sido duramente criticado por la misión de las Naciones Unidas en Irán, que lo calificó de un 'insulto a la nación'.
'La película ofrece una humillante imagen de la antigua Persia, caracterizando a los iraníes como gente atroz. Es un evidente y serio insulto a la honorable historia de Irán', dijo la misión de la ONU en un comunicado y resaltó que '300' está 'repleta de clichés contra los iraníes y representa un esfuerzo intencionado de manipular los datos históricos'.
Además, subrayó que la 'falsedad histórica del film está completamente en línea con la campaña de algunos poderes occidentales' contra el país.
Entre los ejemplos de manipulación histórica, la ONU cita las frecuentes referencias de la película a los 'esclavos iraníes' y recuerda que los espartanos 'fueron los pioneros en el negocio de esclavos en la antigüedad'.
'Tergiversar los datos históricos para atacar a la civilización iraní es injusto y va contra la ética de la industria mediática y cinematográfica', afirma Naciones Unidas.
Irán ha pedido a los gobiernos de varios países de Asia y Oriente Medio que impidan la proyección de la película en sus salas y hasta el presidente, Mahmud Ahmadineyad, se ha referido indirectamente a ella, sin nombrarla, en su discurso televisivo con motivo del año nuevo iraní.
'Hoy intentan falsificar la historia haciendo una película que muestra una salvaje imagen de Irán. A través de la guerra psicológica y la propaganda quieren impedir el desarrollo de nuestra nación', afirmó Ahmadineyad, relacionando la producción del film con la campaña internacional para que su país suspenda su programa nuclear.
Pero en este caso, los iraníes se han mostrado de acuerdo con su presidente. A través de cartas dirigidas a los medios de comunicación y de los blogs de internet, muy extendidos en el país, cientos de ciudadanos se han mostrado indignados por la película y han llamado a boicotearla.




Esparta anabolizada

Jordi Costa 23/03/2007 www.elpais.com
Publicada en 1998, 300, recreación en clave épica de la batalla de las Termópilas, marcó en la carrera de Frank Miller la conquista de una deslumbrante madurez expresiva y el compromiso con una radicalización ideológica que parecía haber dejado atrás todo atisbo de ambigüedad. Virtuoso de lo que su maestro Will Eisner denominaba el "arte secuencial" y orfebre de una síntesis gráfica que parecía deberle tanto al manga como a algunos referentes europeos (Hugo Pratt), Miller adoptaba como pretexto narrativo la voz de un rapsoda espartano dispuesto a transmitir la épica del sacrificio a nuevas generaciones de soldados. En el work in progress que ahora mismo tiene entre manos -Holy Terror, Batman!, obra de 200 páginas que enfrentará al superhéroe de la DC con el mismísimo Bin Laden-, el autor reconoce estar cruzando la línea que separa la mimesis formalista de una vieja arenga militar de la propaganda sin coartadas intelectuales de ningún tipo y con vocación de inmediata funcionalidad ideológica. No se le puede reprochar a Miller falta de convicción en lo que cuenta, pero quizá sí quepa añorar esos trabajos de los ochenta -Ronin (1983), Batman: The Darknight Returns (1986), Elektra Assassin (1986)- en los que el autor se acercó a las complejas estrategias narrativas de la posmodernidad literaria.
Como ya ocurriera con el Sin City cinematográfico que cofirmaron el propio Miller y Robert Rodríguez, la adaptación de 300 tiene su primordial reclamo en la apuesta de extrema fidelidad formal emprendida por el director Zack Snyder y en la consiguiente bendición del historietista. Lo mejor que se puede decir de 300 es que logra hacer justicia al antinaturalista tratamiento cromático de Lynn Varley en el original y lo peor, que su obsesiva fidelidad pasa por interpretar el cómic con la mirada primitiva de quien no percibe ilusión de movimiento, sino mera sucesión de estampas estáticas.
Así, 300 no es tanto una adaptación caligráfica como una traición medular: lejos del dinamismo extremo orquestado por Miller, la película desgrana una sucesión de preciosistas tableaux vivants que revisitan la marmórea grandilocuencia de Cecil B. DeMille con estética de aerografiada postal filogay inconsciente de estar al servicio de un subtexto homófobo. El dispositivo formal manejado por Snyder da para componer un tráiler deslumbrante, pero no para que el espectador entre de lleno en esta historia aquejada de tanta hipertrofia digital como la pionera Casshern (2004), del japonés Kazuaki Kiriya, profeta de un cine de síntesis capaz de exiliar la emoción al territorio del vacío absoluto.
Snyder se aleja del original para intoxicar de fantasía la recreación histórica, a través de una animalización caricaturesca del enemigo que entronca, precisamente, con los mecanismos de ese viejo cine de propaganda que la corrección política siempre quiso ocultar bajo la alfombra.
Monstruosidad, deformidad, amaneramiento, perversión y voluptuosidad sexual dibujan, así, un universo persa que se contrapone al monolitismo marcial espartano. Habrá quien considere temerario leer 300 bajo la luz del contemporáneo choque de civilizaciones, pero no es menos arriesgado obviar el componente ideológico de toda ficción. Y más si, como en este caso, Miller y Snyder desarrollan su juego en un territorio hiperbólico, pero ajeno a esa ironía que, por ejemplo, no salvó a la libertaria Star-ship Troopers (1997), de Paul Verhoeven, de recibir acusaciones de fascismo.
Snyder ha sido fiel al fondo de 300, pero ha inyectado tantos anabolizantes en la forma que ha condenado el conjunto a la parálisis de una hiperrealista (y algo ridícula) figura de cera.



300: ¿realidad o ficción?

Victor Davis Hanson www.libertaddigital.com 30/03/2007
Algunos críticos piensan que la película tiene demasiada violencia gratuita. Pero la batalla de las Termópilas no fue precisamente un picnic.
Largas colas frente a los cines esperan para ver la película 300, cuyo guión se inspira en la última batalla de los espartanos en el paso de las Termópilas contra el ejército persa invasor. Pero muchos de los críticos que han puesto verde a la película han afirmado que es imprecisa históricamente. ¿Están en lo cierto?
He aquí algunas respuestas. Pero primero dos aclaraciones. Yo escribí una introducción al libro sobre el rodaje de 300 después de que se me enseñase un primer corte de la película en octubre. También recuerdo que 300 no afirma seguir exactamente los relatos históricos de la batalla de las Termópilas en el 480 a.C. Es una interpretación impresionista tomada a partir de la novela gráfica de Frank Miller, concebida para entretener e impactar al espectador en primer lugar, y en enseñarle algo sólo después.
De hecho, en la batalla real, no hubo rinocerontes ni elefantes en el ejército persa. Su rey, Jerjes, tenía barba y se sentaba en un trono por encima del campo de batalla; no era calvo y sexualmente ambiguo como se le muestra en la película, ni se pavoneaba en el mismo campo de batalla. Y ni el traidor Efialtes ni los magistrados espartanos, los éforos, eran grotescamente deformes. Además, cuando los griegos se vieron rodeados el último día de la batalla, había 700 tespios y otros 400 tebanos se lucharon junto a los 300 espartanos a las órdenes del rey Leónidas. Estos guerreros que no eran espartanos apenas aparecen en la película.
Aún así, el guión de la película comunica la esencia de lo que sucedió en las Termópilas. En ese lugar, un pequeño contingente de griegos impidió al enorme ejército persa avanzar durante tres días antes de ser traicionados. Los defensores afirmaron que la razón de su lucha era la supervivencia de un pueblo libre frente a la subyugación del Imperio Persa.
Muchas de las frases más melodramáticas de la película –como el desafío espartano ("Ven a por ellas") al recibir órdenes de los persas de entregar sus armas, o la respuesta de los espartanos ("Entonces lucharemos a la sombra") al ser advertidos de que las flechas persas eclipsarán el sol– proceden realmente de los relatos antiguos de Heródoto y Plutarco.
Los guerreros de 300 tienen el aspecto de héroes del cómic porque se basan en los dibujos de Frank Miller, que destacaban los torsos desnudos, las espadas futuristas y las escenas de lucha teatrales. En otras palabras, el director Zack Snyder no cuenta el relato de una manera realista, como en la mayor parte de las tentativas fallidas por recoger el mundo antiguo de películas recientes como Troya o Alejandro Magno, sino al estilo surrealista de un cómic o un videojuego.
Los mismos griegos hicieron con frecuencia adaptaciones impresionistas de este tipo. Los pintores de cerámicas griegas no retrataron con precisión a los soldados con su inestable armadura. En su lugar, utilizaban "la desnudez heroica" con el fin de plasmar el contorno del cuerpo humano. De igual manera, las tragedias atenienses que representaban historias de guerra emplearon artificios tan imaginativos como los de 300. Los actores llevaban máscaras. Los hombres interpretaban el papel de mujeres. Cantaban en ritmos fijos, rotos mediante himnos corales. La audiencia comprendía que los dramaturgos reelaboraban los mitos comunes para complacer los gustos de la época y ofrecer reflexiones sobre la experiencia humana.
Algunos críticos piensan que la película tiene demasiada violencia gratuita. Pero la batalla de las Termópilas no fue precisamente un picnic. Casi todos los espartanos y los tespios acabaron muertos, junto con cientos procedentes de otros contingentes griegos. Algunas de las muertes más gráficas del film, como la de los persas empujados al mar desde el acantilado, proceden del texto de Heródoto. Y los cineastas omitieron la mutilación del rey Leónidas, cuya cabeza Jerjes ordenó empalar en una estaca.
Finalmente, algunos han sugerido que 300 es de una simpleza juvenil en su retrato y glorificación en blanco y negro de griegos libres contra persas autoritarios. La película ha sido de hecho prohibida en Irán como ofensiva propaganda norteamericana, al tiempo que la teocracia celebra de repente su antiguo pasado "infiel". Pero el contraste entre buenos y malos no procede del director ni de Frank Miller, sino que se basa en los relatos de los propios griegos, que vieron su sociedad como diametralmente opuesta a la monarquía de la Persia imperial.
Cierto, hace 2.500 años casi todas las sociedades del Mediterráneo tenían esclavos. Y todas relegaban a la mujer a un puesto relativamente inferior. Esparta convirtió toda la región de Mesenia en un estado de siervos. Pero sólo en las polis griegas había gobiernos elegidos democráticamente, que variaban de la oligarquía constitucional de Esparta hasta los comicios mucho más amplios de estados como Atenas o Tespia. Lo que es más importante, sólo en Grecia hubo una tradición constante de autocrítica y libertad de expresión sin cortapisas. Aristófanes, Sófocles o Platón cuestionaron la posición subordinada de la mujer. Alcidamante lamentaba la noción de la esclavitud.
Tal apertura no se encuentra en ninguna parte más del mundo mediterráneo antiguo. Esa libertad de expresión explica la razón por la que consideramos correctamente a los antiguos griegos como los fundadores de nuestra civilización occidental actual. Como millones de aficionados al cine parecen intuir, fueron un pueblo mucho más parecido a nosotros que ese enemigo que en última instancia no logró conquistarlos.