miércoles, 17 de diciembre de 2014

Descripciones




Describir es explicar, de manera detallada y ordenada, cómo son las personas, los lugares, los objetos y sentimientos. La descripción sirve sobre todo para ambientar la acción y crear una atmósfera que haga más creíbles los hechos que se narran. Muchas veces, las descripciones contribuyen a detener la acción y preparar el escenario de los hechos que siguen.


Según el punto de vista o la actitud ante el objeto puede haber:
Descripción denotativa u objetiva: El emisor informa sobre las características de lo descrito, intentando ajustarse a la realidad, de forma imparcial, precisa,  y sin realizar valoraciones personales. Es propia de los textos científicos y técnicos. Tiene una finalidad informativa: pretende mostrar la realidad  tal como es, puesto que es imprescindible la precisión. Se encuentra en enciclopedias, diccionarios, manuales, prospectos….
Descripción connotativa o subjetiva: El emisor da su visión particular sobre lo que describe, escogiendo los rasgos que más le interesan, dejándose llevar por los sentimientos y añadiendo las impresiones o emociones  que esos rasgos le producen. Pretende crear belleza por medio de las palabras. Suele utilizar un lenguaje poético, con abundancia de figuras retóricas (en especial símil y metáfora).
Según el objeto suele hablarse de:
Topografía: Es una descripción realizada de un punto fijo, sin que el descriptor este en movimiento al momento de realizar la descripción. Incluye la descripción de los paisajes.
Zoografía: Es la descripción de todo tipo de animales.
Cronografía: Es la descripción de la época en la que se realiza un hecho o sucede una acción. Hay alusiones a personajes, hechos, costumbres, vestidos, herramientas...
Descripción de personas (caracterización)
Prosopografía: describe los rasgos y características físicas de una persona, la cara, la complexión, la ropa, los gestos, la voz...
Etopeya: Es la que describe los rasgos morales y psicológicos de una persona, la forma de ser, el carácter, cualidades, defectos, costumbres.
Retrato: Es cuando se combinan la prosopografía y la etopeya.
Autorretrato: Es cuando la misma persona realiza su retrato (se describe a sí misma).

Caricatura: Es cuando se exageran los rasgos más llamativos o se acentúan los rasgos físicos o morales de una persona con intención satírica o burlesca.
 
 
Sugerencias para hacer descripciones físicas:

CARA: ancha, rolliza, amplia, afligida, cuadrada, desconfiada, chupada, dulce, dura, castigada, confiada, endurecida, curtida, triste, expresiva, fina, franca, fresca, jovial, larga, serena, llena, delgada, redonda, salvaje, seca, simpática, tranquila...

FRENTE: amplia, arrugada, baja, estrecha, inteligente, lisa, abombada...

OJOS: ausentes, bajos, azulados, concentrados, despiertos, duros, movedizos, fugitivos, impenetrables, inexpresivos, intensos, lagrimosos, maliciosos, muertos, negrísimos, soñadores, turbios, tristes, vivos...

NARIZ: aguileña, chata, amplia, redonda, fina, larga, puntiaguda, recta, torcida...

BOCA: fina, fresca, grande, dura, firme, pequeña, redonda, besucona, torcida...

CUELLO: corto, fino, grueso, largo, elegante, estilizado...

DIENTES: alineados, blancos, amarillentos, torcidos, desiguales...

LABIOS: blanquecinos, estrechos, finos, grandes, herméticos, delgados, voluptuosos, sensuales...

MEJILLAS: rollizas, caídas, deshinchadas, hinchadas, redondas, duras, chupada...

CEJAS: arqueadas, espesas, gruesas, juntas, delgadas, separadas...

OREJAS: grandes, largas, redondas, pequeñas...

MANOS: ágiles, blancas, cálidas, rugosas, delicadas, finas, torpes, firmes, sensibles...

PIERNAS: delgadas, gruesas, enclenques, flacas, rechonchas, robustas...

COLOR: pálido, rosado, albino, moreno, pelirrojo, ceniza, amarillento, blanquecino, aceitoso, bronceado, tostado, aceitunado, oscuro...

CABELLOS: brillantes, sucios, castaños, rubios, rizados, lacios, finos, sedosos, grasos, ondulados, desordenados, ásperos,..

ASPECTO GENERAL: alto, atlético, bajo, robusto, corpulento, ligero, esbelto, delgaducho, nervioso, débil, deportivo, joven, canijo, torpe, maduro, meticuloso, barrigudo, flaco, delgado, viejo, sano, macizo,..

INDUMENTARIA: chillona, abandonada, discreta, elegante, fea, sofisticada...


Sugerencias para etopeya:

Trabajador, amable, simpático, inteligente, lista, despierto, sincero,  respetuosa, altruista, desprendido, locuaz, valiente, despierto, noble, capaz,  tranquilo,  perspicaz, afable,  risueño, divertido, sencillo,  bueno, sabio, elocuente, ordenado, magnífico, apasionado, fantástica, ecuánime, justa, decidida, obediente,  vivo, aventurero, fuerte, fiel, meticuloso, colaborador, puntual, creativo, cortés, respetuoso,  atento, desinteresada, generoso, cordial, feliz, legal, ejemplar,  compasiva, humilde, tierno, coherente, imaginativo, considerada, especial, deportivo, consecuente, participativa, luchadora, franco,  abierta, cordial, inquieta, astuta,  desenvuelto,  comunicativa,  formal, comprensiva, comprometido,  ordenada,  madura,  cauto, madura, sentimental, indulgente, solidaria,  desenfadada, franca,  activa, afortunada, extraordinaria,  honesta, transparente,  vivaz, cariñoso, cautivador,  franco,  serio, callada,  justo, correcta, discreto, exigente,  sensato, sereno, responsable,  entusiasta,  efusiva, serena, audaz,  espiritual,  atractiva, apacible, cálida,  solícita,  cuidadosa,  eficiente,  directa...

 
Propuestas a modo de ejemplos
1)
El desván era grande y oscuro. Olía a polvo y naftalina. No se oía ningún ruido, salvo el suave tamborileo de la lluvia sobre las planchas de cobre del gigantesco teja­do. Fuertes vigas, ennegrecidas por el tiem­po, salían a intervalos regulares del entari­mado, uniéndose arriba a otras vigas del armazón del tejado y perdiéndose en algún lado de la oscuridad. Aquí y allá colgaban telas de araña, grandes como hamacas, que se columpiaban suave y fantasmalmente en el aire. De lo alto, donde había un tragaluz, bajaba un resplandor lechoso.

               La única cosa viva en aquel entorno, en donde el tiempo parecía detenerse, era un ratoncito que saltaba sobre el entarimado, dejando en el polvo huellas diminutas. Allí donde la colita le arrastraba, quedaba entre las impresiones de sus patas una raya del­gada. De pronto se enderezó y escuchó. Y luego —¡hush!— desapareció en un agujero de las tablas.

Se oyó el ruido de una llave en la gran cerradura. La puerta del desván se abrió despacio y rechinando y, por un instante, una larga franja de luz atravesó el cuarto. Bastián se metió dentro y cerró luego empu­jando la puerta, que rechinó otra vez. Metió una gran llave en la cerradura y la hizo girar. Luego echó además el cerrojo y dio un sus­piro de alivio. Ahora sí que no podrían encon­trarlo. Nadie lo buscaría allí. Sólo muy raras veces venía alguien -¡de eso estaba segu­ro!- e, incluso, si la casualidad quería que precisamente hoy o mañana alguien tuvie­ra que hacer algo allí, quien fuera se encon­traría con la puerta cerrada. Y la llave no estaría. En el caso de que, a pesar de todo, abrieran la puerta, Bastián tendría tiempo suficiente para esconderse entre los cachivaches.

Poco a poco, sus ojos se iban acostum­brando a la penumbra. Conocía el lugar.

Seis meses antes, el portero del colegio le había pedido que lo ayudase a transportar un gran cesto de ropa lleno de viejos for­mularios y papeles que había que dejar en el desván. Entonces Bastián había visto dónde guardaban la llave de la puerta: en un armario que había en la pared, junto al tramo superior de la escalera. Desde enton­ces no había vuelto a pensar en ello. Pero ahora se había acordado otra vez.

Bastián comenzó a tiritar, porque tenía el abrigo empapado y allí arriba hacía mucho frío. Por de pronto, tenía que buscar un lugar en donde ponerse un poco más cómodo. Al fin y al cabo, tendría que estar allí mucho tiempo. Cuánto... En eso no quería pensar de momento, ni tampoco en que pronto ten­dría hambre y sed.

Anduvo un poco por allí.

Había toda clase de trastos, tumbados o de pie; estantes llenos de archivadores y de legajos no utilizados hacía tiempo, pupitres manchados de tinta y amontonados, un bas­tidor del que colgaba una docena de mapas antiguos, varias pizarras con la capa negra desconchada, estufas de hierro oxidadas, aparatos gimnásticos inservibles, balones medicinales pinchados y un montón de col­chonetas de gimnasia viejas y manchadas, amén de algunos animales disecados, medio comidos por la polilla, entre ellos una gran lechuza, un águila real y un zorro, toda clase de retortas y probetas rajadas, una máqui­na electrostática, un esqueleto humano que colgaba de una especie de armario de ropa, y muchas cajas y cajones llenos de viejos cuadernos y libros escolares. Bastián se decidió finalmente a hacer habitable el mon­tón de colchonetas viejas. Cuando uno se echaba encima, se sentía casi como en un sofá. Las arrastró hasta debajo del tragaluz, donde la claridad era mayor. Cerca había, apiladas, unas mantas militares de color gris, desde luego muy polvorientas y rotas, pero plenamente aprovechables. Bastián las cogió. Se quitó el abrigo mojado y lo colgó junto al esqueleto en el ropero. El esquele­to se columpió un poco, pero a Bastián no le daba miedo. Quizá porque estaba acos­tumbrado a ver en su casa cosas parecidas. Se quitó también las botas empapadas. En calcetines, se sentó al estilo árabe sobre las colchonetas y, como un indio, se echó las mantas grises por los hombros. Junto a él tenía su cartera... y el libro de color cobre.

Pensó que los otros, en la clase de abajo, debían de estar dando precisamente Lengua. Quizá tuvieran que escribir una redacción sobre algún tema aburridísimo.

Bastián miró el libro.

«Me gustaría saber», se dijo, «qué pasa realmente en un libro cuando está cerrado.

Naturalmente, dentro hay sólo letras impre­sas sobre el papel, pero sin embargo... Algo debe de pasar, porque cuando lo abro apa­rece de pronto una historia entera. Dentro hay personas que no conozco todavía, y todas las aventuras, hazañas y peleas posi­bles... y a veces se producen tormentas en el mar o se llega a países o ciudades exóti­cos. Todo eso está en el libro de algún modo. Para vivirlo hay que leerlo, eso está claro. Pero está dentro ya antes. Me gustaría saber de qué modo».

Y de pronto sintió que el momento era casi solemne. Se sentó derecho, cogió el libro, lo abrió por la primera página y comen­zó a leer...
 

 


2) 
Su piel amarillenta apenas cubría la red de músculos y vasos sanguíneos. Su cabello era largo y sedoso, sus dientes muy blancos, pero todo ello no lograba más que realzar el horror de los ojos vidriosos, cuyo color podía confundirse con el de las pálidas órbitas en las que estaban profundamente hundidos, lo que contrastaba con la arrugada piel del rostro y la rectilínea boca de negruzcos labios.

 
 

 3) 
Hay una mujer gordísima en el centro de este cuadro que está bailando. Tiene el pelo largo, oscuro y liso. La proporción de esta mujer es muy rara porque tiene una cabeza gorda, una forma gordísima, los muslos gordos pero sus pies son pequeños. La mujer está llevando una camiseta blanca, los pantalones ajustados y blancos, los zapatos pequeños y violetas. En su oreja, tiene un arete violeta y en su pelo, hay una rosa violeta también. Ella pone su mano derecho encima de su pelo y levanta su pierna derecha arriba casi cerca de su cabeza. Pone su mano izquierda en el poste detrás de su cuerpo para soporte. Detrás de esta mujer, hay un espejo que reflecta la espalda y la forma de su postura. Detrás de la mujer y a la izquierda, hay una puerta con una cortina violeta. Es posible que esté en estudio de danza porque la pintura parece el ambiente de la paz para bailar.



4)

El halcón Altura: 40-50 centímetros. Peso: 600-1000 gramos. Ala: 30-37 centímetros. Envergadura: 800-110 centímetros. Pico: 18-22 milímetros. Cola: 12-16 centímetros. Alimentación: palomas (40%), estorninos, alondras y pájaros esteparios (30%), córvidos (8%), perdices y tórtolas (10%) y otras aves (12%). Puesta Número de huevos: entre dos y seis. Tamaño: 53 x 41 milímetros. Incubación: 29 días Permanencia en el nido: 40 días. Otras características: cuando caza, puede alcanzar velocidades de más de 300 km/h.



5)

Esta prenda ha sido diseñada y confeccionada para darle completa satisfacción. Tiene dos piezas: una camiseta de manga corta, con cuello tunecino (abertura frontal con tres botones), estampado a rayas blancas y marrones; y pantalón corto marrón. Composición 47% poliéster, 53% algodón. Recomendaciones: Es conveniente lavarlo con agua tibia que no supere los 30º de temperatura y jabón neutro. Debe aclararse seguidamente y escurrirse. Un cuidado adecuado prolongará la vida de la prenda.



6)

Un airbag es una bolsa de aire que se infla automáticamente en milésimas de segundo en caso de accidente. Para que el airbag resulte efectivo, lo primero que hay que hacer es llevar el cinturón de seguridad correctamente puesto, lo que permite retener el cuerpo el tiempo suficiente para que se despliegue la bolsa y acortar el desplazamiento del cuerpo, complementando la acción del cinturón. Los airbags frontales quedan ocultos en el volante, frente al conductor, y en el salpicadero, frente al acompañante. Protegen la cabeza y el tórax en caso de choque de frente. Los airbags laterales, situados en el lateral de los asientos o en el guarnecido de las puertas, protegen sobre todo el tórax en caso de golpe lateral y algunos la cabeza. Si el vehículo lleva incorporado airbag para el asiento del acompañante, ningún niño debe ocupar nunca dicha plaza, porque la bolsa de aire podría causarle lesiones de importancia. Esto es especialmente importante en el caso de bebés que viajan en sillas orientadas en sentido contrario de la marcha.




7)

Otli tenía el pelo corto y erizado, rojo como una zanahoria, y las orejas gachas de soplillo. Era delgado y alto con la piel llena de pecas. Pero éstas no eran los graciosos puntitos que con frecuencia caen tan bien en las narices respingonas de las chicas. Otli tenía todo el cuero blanco y marrón como un perro foxterrier; como si se hubiese puesto cerca de un pintor que pulverizase de marrón una pared blanca. Dos de sus manchas causaban verdadero asombro. Una en el carrillo izquierdo, que parecía África, hasta con El Cairo y el cabo de Buena Esperanza. Otra junto al ombligo, a la derecha, del tamaño de la uña del pulgar, en forma de corazón y con un pequeño tallo arriba, en el centro. Igual que el as de picas de la baraja francesa. 


8)

El señor Wonka abrió la puerta. Cinco niños y nueve adultos se apresuraron a entrar y, ¡qué espectáculo más asombroso se presentó ante sus ojos! Lo que veían desde allí arriba era un magnífico valle. Había verdes colinas a ambos lados del valle, y en el fondo del mismo fluía un ancho río de color marrón. Es más, había una enorme cascada en el río, un escarpado acantilado sobre el que el agua rodaba y ondulaba en una sólida capa, y luego se estrellaba en un hirviente, espumoso remolino de salpicaduras. Debajo de la cascada (y éste era el espectáculo más maravilloso de todos) una masa de enormes tubos de vidrio colgaba sobre el río desde algún sitio del techo, a gran altura. Eran realmente enormes estos tubos. Debía haber al menos una docena, y lo que hacían era succionar el agua oscura y barrosa del río para llevársela a Dios sabe dónde. Y como estaban hechos de vidrio, podía verse fluir el líquido a borbotones en su interior, y por encima del ruido de la cascada podía oírse el interminable sonido de succión de los tubos a medida que hacían su trabajo.


9)

Ante mí se hallaba un caballero anciano, recién afeitado, excepto un bigote blanquecino, ataviado de negro de pies a cabeza, sin la menor sombra de color en parte alguna… Sus orejas eran pálidas, terminando en punta por arriba… Las espesas cejas se juntaban casi encima de la nariz, y sus pelos daban la impresión de enmarcarla, tan largos y espesos eran… La boca tenía una expresión cruel y los dientes eran extraordinariamente puntiagudos, avanzado de manera muy prominente sobre los labios… Sus manos eran muy groseras, anchas, con dedos cortos y gruesos. Y por muy extraño que parezca, el centro de las palmas estaba cubierto de vello… Su semblante producía la sensación de un palidez sorprendente.



10)

LA PONCIA.- (A voces) ¡Ya viene! (A la criada.) Limpia bien todo. Si Bernarda no ve relucientes las cosas, me arrancará los pocos pelos que me quedan. CRIADA.- ¡Qué mujer! LA PONCIA.- Tirana de todos los que la rodean. Es capaz de sentarse encima de tu corazón y ver cómo te mueres durante un año sin que se le cierre esa sonrisa fría que lleva en su maldita cara. ¡Limpia, limpia ese vidriado! CRIADA.- Sangre en las manos tengo de fregarlo todo. LA PONCIA.- Ella, la más aseada; ella, la más decente; ella, la más alta. Buen descanso ganó su pobre marido. Federico García Lorca, La casa de Bernarda Alba LA PONCIA.- (A voces) ¡Ya viene! (A la criada.) Limpia bien todo. Si Bernarda no ve relucientes las cosas, me arrancará los pocos pelos que me quedan. CRIADA.- ¡Qué mujer! LA PONCIA.- Tirana de todos los que la rodean. Es capaz de sentarse encima de tu corazón y ver cómo te mueres durante un año sin que se le cierre esa sonrisa fría que lleva en su maldita cara. ¡Limpia, limpia ese vidriado! CRIADA.- Sangre en las manos tengo de fregarlo todo. LA PONCIA.- Ella, la más aseada; ella, la más decente; ella, la más alta. Buen descanso ganó su pobre marido.



11)

Alto, enjuto, barbudo y noblemente mutilado como un héroe antiguo; arcaico en la figura y en el indumento, con sus grandes y redondas lentes quevedescas, su gran chambergo y sus largas melenas entre apicaradas y místicas; fanfarrón y sencillo, pagano por el apetito, cristiano por la belleza y el hastío; como un gallego, astuto; donairoso y ceceante, como un andaluz; mezcla, en la traza física, de peregrino penitente y de soldado trashumante aún no incorporado a su tercio; altivo como un mayorazgo y humilde a veces como un monje de órdenes menores; maldiciente y mordaz como un contertulio de los antiguos mentideros; con un inevitable recuerdo de Quevedo por la cortante lengua, y de Cervantes por el común defecto, origen en ambos de más noble apostura.


12)

Las ciudades importantes como Madrid o Sevilla hormigueaban de buscavidas y ociosos con sonante en la faltriquera dispuestos a reunirse en torno a la desencuadernada, que eran como llamaban al mazo de naipes, o a Juan Tarafe, mal nombre que bautizaba los dados. Jugaba todo el mundo, vulgo y nobleza, señores y pícaros, y hasta las damas, que aunque en casas como en Juan Vicuña no eran admitidas, resultaban también asiduas de los garitos, tan versadas en bastos, malillas y puntos como el que más. Y cual es de imaginar en gente violenta, orgullosa y de acero fácil como éramos, y somos, excuso añadir que, muy a menudo, los lances de juego terminaban con un voto a Dios y una buena sarta de cuchilladas.